El bitcoin está teniendo unos días de respiro después de haber roto la barrera psicológica de los 20.000 dólares y seguir cayendo en picado. En lo que va de año, la principal criptomoneda se ha devaluado un 53,45 % de su valor, y otras muchas divisas digitales, como Terra Luna, se estrellaron de forma estrepitosa. No obstante, aún se puede comprobar que sí, todavía hay personas que creen en el futuro de las criptomonedas: ¿tiene sentido? ¿O es sólo un coletazo de resistencia de la comunidad criptobro?
A finales del año pasado parecía claro que las criptomonedas era el barco digital al que uno debía subirse antes de que zarpara. De su mano, el fenómeno de los NFT empezó a ganar altas cotas de popularidad, pero todo eso ha quedado atrás de forma fulgurante en los últimos meses, comprometiendo a entidades que han invertido grandes sumas de dinero físico en el mundo cripto, como el Gobierno de El Salvador, que ve cómo más de la mitad de su inversión se ha volatilizado.
La altísima incertidumbre de este mercado implicaba un alto riesgo (y también mayores ganancias), lo que supuso un atractivo suficiente para muchos usuarios. No obstante, con la crisis energética azotando cada vez con más fuerza y la inflación desbocada en la mayoría de países, este fervor inversor se ha frenado en seco. La web alternative.me analiza el sentimiento generalizado hacia las criptomonedas de forma diaria, y lleva ya más de un mes anclado en el miedo extremo.
¿Tienen futuro las criptomonedas?
A pesar del panorama apocalíptico en el que se están moviendo las criptomonedas, muchos agentes de este sector consideran que es una buena noticia esta espantada generalizada de inversores. La teoría implica que los más novatos y menos resistentes han abandonado su aventura y a partir de ahora sólo quedarán en pie los inversores que confían en las criptomonedas como una inversión a largo plazo y no meramente especulativa para sacar un alto rédito en poco tiempo.
Figuras reputadas como Robert Reich, secretario de Trabajo en las administraciones de Bill Clinton y Barack Obama en EE. UU., no han dudado en comparar las criptodivisas con los esquemas Ponzi. Este modelo de estafas requiere que entren muchos participantes a un mismo mercado para que haya suficiente liquidez para los que se quieran marchar. Una salida masiva, por lo tanto, implicaría el colapso del sistema por completo.
No obstante, hay algunas señales que hacen pensar que las criptomonedas no son un fenómeno tan fugaz como parece (sí los proyectos sin pies ni cabeza que se han visto en los últimos tiempos, como la gran mayoría de colecciones de NFT). La gran mayoría de bancos centrales del mundo están ya dedicando grandes esfuerzos en ponerse al día en cuanto a criptomonedas. El Salvador y República Centroafricana han sido los primeros y más osados, al haber establecido el bitcoin como su moneda oficial para ganar así más libertad financiera, algo que aún está por ver.
Otro desafío al que se tienen que enfrentar las criptomonedas es el de la privacidad y la seguridad. El último año ha estado plagado de noticias que informaban de la caída de enormes mercados negros en la dark web que aprovechaban esta falta de regulación de los bitcoins y otras criptomonedas, por lo que es un campo en el que avanzar claramente.
Del mismo modo, el impacto energético que tiene el proceso de minado de las criptomonedas también es importante y se espera que se reduzca notablemente en los próximos años. Si la minería de criptos consigue minimizar su impacto ambiental, probablemente el futuro del bitcoin sea algo más prometedor de lo que parece hoy día.
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