
Los alojamientos en Airbnb se han convertido en una de las modalidades de viaje preferidas por millones de viajeros en todo el mundo. Desde el punto de vista de los huéspedes, los precios más competitivos que se encuentran en esta plataforma y la comodidad de estar en un apartamento sin necesidad de amoldarse a los horarios de un hotel son dos atractivos innegables, y desde el lado de los anfitriones también había un mayor beneficio, pero las grandes ciudades limitan cada vez más el uso de Airbnb, como se ha constatado esta misma semana con las restricciones impuestas por Nueva York, una de las ciudades más turísticas del mundo.
Esta semana ha entrado en vigor una nueva normativa en la Gran Manzana que deja muy poco margen de maniobra a plataformas como Airbnb y similares. A partir de ahora, los anfitriones que quieran poner su casa a disposición de huéspedes en Airbnb tendrán que inscribirse en un registro, tendrán que vivir en la casa que alquilan y tendrán que estar presentes cuando alguien se aloje en ellas, pudiendo recibir a un máximo de dos invitados.
Airbnb llevó a los tribunales esta nueva normativa, pero su denuncia no ha prosperado. Desde la ‘startup’ afirman que esta regulación es “la más extrema y opresiva nunca vista”, y opera como una prohibición ‘de facto’ a su plataforma y otros competidores del mismo sector. Según un artículo de ‘Wired’, Airbnb supuso para la ciudad de Nueva York un ingreso de 85 millones de dólares en 2022, y los responsables de la empresa aseguran que esta limitación “es un golpe a la economía del turismo y para miles de neoyorquinos y pequeños negocios”.
La situación económica de Airbnb está en clara progresión, una vez se ha reactivado el turismo tras las restricciones impuestas desde 2020 por la pandemia del coronavirus. Sólo en el segundo trimestre de este año, Airbnb consiguió unos beneficios de 650 millones de dólares (607 millones de euros al cambio al actual), aumentando sus ingresos en un 16%. En 2022, la plataforma de alojamientos cerró el ejercicio rozando los 1.900 millones de dólares de beneficio.
Airbnb y la gentrificación en grandes ciudades
Uno de los grandes argumentos que han llevado a la estricta limitación de Airbnb en Nueva York son las consecuencias negativas que esta plataforma genera en grandes ciudades. Varios estudios destacan cómo en las capitales de todo el mundo es más rentable alquilar un piso a través de Airbnb que ponerlo en el mercado de alquiler tradicional, lo que lleva a muchos propietarios a optar por esta modalidad.
Sin embargo, los efectos colaterales que trae consigo la proliferación de apartamentos de Airbnb en los centros de las grandes ciudades suele conllevar una serie de molestias para los vecinos de la zona y los residentes de las ciudades. Una presencia acusada de estos apartamentos o pisos turísticos contribuye a inflar el precio de las viviendas, expulsa a comercios tradicionales al tiempo que promueve otros negocios más enfocados en el turismo, y también provoca un exceso de afluencia turística, algo que es claramente apreciable en ciudades como Barcelona, Palma de Mallorca, Venecia o París.

La Unión Europea también se ha puesto manos a la obra para armonizar la normativa y evitar que la presencia de Airbnb dependa de los gobiernos locales de turno, introduciendo la obligatoriedad de que estas viviendas de uso turístico estén registradas. No obstante, la lentitud de la aplicación de esta norma hace que en la práctica siga siendo cada ciudad la que gestione su relación con Airbnb.
La situación de Airbnb en España
Este escenario lleva a escenarios como el de Madrid, en el que el actual alcalde, José Luis Martínez-Almeida, prometió poner freno a la proliferación de pisos turísticos en la capital española en 2020, pero tres años después reconoce que “es muy difícil que podamos llegar al número de viviendas turísticas de uso ilegal que hay”, derivando la responsabilidad en el Gobierno central y apuntando que “lo cierto es que esto tiene muchos más aspectos de los que le competen a un Ayuntamiento”. Mientras tanto, los pisos turísticos siguen creciendo en distritos que van más allá del centro.
En Barcelona también se ha notado la presencia de plataformas como Airbnb y no sólo en la mayor presencia de turistas por sus calles. A pesar de la oposición de la alcaldesa Ada Colau durante su mandato en los últimos años, el precio de los alquileres se ha llegado a incrementar en un 67% debido a la presencia de pisos turísticos que disminuyen la oferta de alquiler tradicional, según datos del portal inmobiliario Idealista citados por ‘La Vanguardia’.
Airbnb, por su parte, defiende que su modelo de turismo beneficia a las ciudades, ya que contribuye a dispersar el turismo por otros barrios distintos a los centros de las localidades. Mientras tanto, son los alcaldes de ciudades grandes y medianas los que tratan de fijar una normativa clara al tiempo que buscan un equilibrio entre la libertad de mercado y la convivencia de los vecinos, que cada vez se quejan más de la pérdida de identidad de sus barrios.
Regulación de Airbnb en Europa
Otras grandes ciudades europeas también intentan gestionar la realidad de Airbnb y plataformas de alojamiento turístico entre particulares similares con sus propias recetas. En el caso de París se ha fijado un límite para que sólo se pueda alquilar la primera residencia por un máximo de 120 días cada año, y en el caso de otras propiedades que superen esa cifra, los pisos o casas deben acondicionarse para un uso turístico.

Berlín, por su lado, ha ido virando su postura hacia Airbnb, primero vetándola y luego estableciendo una serie de normas. En la capital alemana las segundas residencias sólo se podrán alquilar un máximo de 90 días al año, y si se quiere poner en alquiler una segunda residencia completa sólo se podrá hacer durante ocho semanas anuales tras conseguir un permiso.
Las restricciones temporales a este tipo de alquiler turístico también están vigentes en Viena (90 días por año en partes de la ciudad), aunque se va a ampliar a todo su territorio en junio de 2024, y en Italia destinos turísticos muy demandados como Venecia o Milán también estudian limitar el margen de maniobra de estas plataformas de alquiler siguiendo el ejemplo de Florencia y Roma. En cualquier caso, ninguno de los países vecinos ha llegado tan lejos como Portugal, que el pasado mes de febrero detuvo la concesión de nuevas licencias de pisos turísticos.
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