100 años de la NASA, un repaso por la conquista del espacio

El 17 de julio de 1917 se puso en marcha el primer laboratorio de aerodinámica en Langley, Estados Unidos. Cien años después sabemos que aquello se convirtió en un centro de la actual NASA. Allí­ de desarrollaron proyectos vitales para entender cómo y con qué volamos hoy. También allí­ nacieron las investigaciones que llevaron al hombre al espacio y a La Luna… Pronto será Marte, y después quién sabe, porque ya sabemos que hay planetas no tan lejanos que podrí­an albergar vida.

El primer hombre sobre la Luna, el astronauta Neil Armstrong, aprendió a moverse con su traje en Langley. Afirmó: “si hubiera que decir dónde se han conseguido mayores avances en aeronáutica y astronáutica, yo dirí­a que aquí­”. Repasemos algunos hitos de estos 100 años de investigación aérea y espacial.

1917: los primeros aviones

Apenas hací­a tres meses que Estados Unidos habí­a entrado en la Primera Guerra Mundial cuando se fundó el Langley Memorial Aeronautical Laboratory. Ya entonces se dieron cuenta de la importancia que tendrí­a el control del aire en el futuro. La frase fundacional fue “para resolver los problemas fundamentales del vuelo”.

NASA 100 años Langley

Túnel de viento en 1934

Empezaron llevando biplanos a grandes altitudes para probar trajes protectores y la respuesta de los mandos en esas condiciones. Habí­a que conseguir llegar más alto, más lejos y más rápido. Tení­an los mejores pilotos y los mejores técnicos, y poco después contaron con el primer túnel de viento de tamaño real. Durante la Segunda Guerra Mundial de allí­ salieron muchos diseños refinados de alas y hélices todaví­a en uso actualmente.

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Bell X1, el primer avión supersónico

Después llegarí­a un nuevo reto: en 1947 el Bell X-1 batí­a la velocidad del sonido. En 1958 Langley pasó de pertenecer a la NACA (National Advisory Committee for Aeronautics) a la NASA. Habí­a que responder a la creciente amenaza (militar y tecnológica) rusa: el espacio aéreo terrestre empezaba a quedarse pequeño. En 1959, el avión experimental X-15 volaba a más de Mach 5 y alcanzaba el lí­mite del espacio exterior.

La carrera espacial

En 1957 la Unión Soviética logró poner en órbita su Sputnik 1, una esfera de 60 cm de diámetro que emití­a señales de radio. Estados Unidos llegaba tarde: en 1958 pusieron en órbita su Explorer 1. Esto volvió a ocurrir poco después, cuando el ruso Yuri Gagarin se convirtió en el primer humano en viajar al espacio exterior en 1961. Pocos meses después, también en 1961, fue el americano Alan Shepard a bordo de la cápsula Mercury quien llegó al espacio.

Esta carrera espacial, que empezaron con ventaja los rusos, cambió progresivamente. La NASA recibí­a los recursos necesarios, que eran ingentes. Gracias a esa investigación se hicieron grandes avances en tecnologí­a y materiales, de los que aún nos beneficiamos.

En 1965 las naves Gemini americanas llevaban los astronautas en pareja al espacio. Con ellas aprendieron lo necesario para dar paseos espaciales. También sirvieron para aprender a acoplar dos naves en órbita. El punto de inflexión llegarí­a con las naves Apolo, destinadas a alcanzar la meta fijada en 1962 por JF Kennedy: llegar a la Luna.

Un gran paso para la humanidad

El programa Apolo empezó en 1961 pero tení­a grandes retos. La nave Apollo 1 se incendió durante unas pruebas en 1967 y sus tres astronautas fallecieron. La Apolo 7 voló con éxito en 1967, y la Apolo 11 alcanzó su objetivo. El 20 de julio de 1967, Neil Armstrong pisaba La Luna y pronunciaba la famosa frase. “Un pequeño paso para un hombre, un gran paso para la humanidad”.

El cohete Saturno V que llevaba las naves Apolo hasta la Luna medí­a 110 metros de alto. Pesaba, cargado de combustible, unas 2.700 toneladas: todaví­a es el mayor construido por la NASA. La famosa misión Apolo 13 (que se lanzó a las 13:13 horas por cierto) tuvo que ser abortada a medio camino. Pero al dar la vuelta por detrás de la Luna para volver a La Tierra, sus astronautas batieron el récord de lejaní­a para un ser humano.

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La misión Apolo 10 voló a La Luna para orbitarla y regresar, pero lo hizo menos lejos. Aunque más rápido, y suyo es el récord de velocidad para un humano: 39. 897 km/h respecto de La Tierra. En 1972 el programa Apolo llegó a su fin: la respuesta mediática no compensaba el enorme coste. Pero permitió grandes avances técnicos y de conocimiento sobre nuestro satélite.

Cambio de perspectiva

La Luna ya se habí­a conquistado, pero la prioridad volví­a a estar más cerca: la mirada volvió a La Tierra. Para desarrollar aviones más rápidos y ecológicos con los que surcar los aires. Muchos avances, como las puntas de las alas levantadas (“winglets”) tan comunes ahora, vienen del laboratorio de Langley. Y muchas otras tecnologí­as aeronáuticas, algo en lo que también se ha centrado la NASA.

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Lanzadera espacial en órbita

También habí­a que tener satélites más útiles y prácticos, para “industrializar” el espacio. El Transbordador Espacial llegó con ese fin en 1972 y duró hasta 2011. También la Estación Espacial Internacional, iniciada en 1993 y que sigue activa. Como su nombre indica, es fruto de la colaboración de Estados Unidos, Canadá, Japón, Rusia y la Unión Europea. Tripulaciones internacionales de seis o siete astronautas pasan allí­ misiones de unos seis meses, haciendo experimentos.

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Estación Espacial Internacional

Parte de ese uso práctico del espacio sirvió para mirar más lejos también, a Marte, al resto de nuestro Sistema Solar, y más allá. Pero también para mirar nuestro planeta: el centro de Langley que cumple 100 años fue fundamental en la investigación medioambiental. Aprendimos que existe un cambio climático y que debí­amos tomar medidas para rectificarlo. Por cierto que en este centro (Langley) transcurre lo que cuenta la recomendable pelí­cula “Hidden Figures”.

Más lejos

Volvamos a cambiar de escala, y vámonos lejos. Langley lideró la llegada a Marte en 1976 de la nave Viking 1. Y años más tarde, en 2012, suyo fue el mérito de la misión Mars Curiosity (un coche explorador del planeta rojo).

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Mars Rover

Para mirar lejos, y ver bien, hace falta mirar desde fuera de La Tierra, sin el manto atmosférico. En 1990 el observatorio espacial Hubble inauguró la serie de telescopios espaciales que han seguido y seguirán. El Hubble está a unos 600 km sobre la superficie y permite ver cosas imposibles en tierra, como los siguientes. No sólo “ver” con luz visible sino con otras frecuencias que la atmósfera también filtra.

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Telescopio Espacial Hubble

Gracias a esos satélites-observatorio hemos tenido confirmación que la Tierra no es un planeta tan excepcional. Por la vida que tiene quizás sí­ lo es, pero ya sabemos que hay otros planetas de tamaño parecido y posiblemente con agua en forma lí­quida. Tardaremos un poco en saber más de esos exoplanetas (fuera del Sistema Solar), y se tardará mucho más en visitarlos algún dí­a (si se llega).

Pero en apenas 100 años hemos pasado de aprender a volar a estar pensando en visitar planetas de galaxias lejanas. Para los próximos 100 años, además de seguir desarrollando aviones innovadores para el cielo cercano, la NASA espera haber llevado hombres a Marte y haber determinado qué planetas a nuestro alcance podrí­an albergar vida como la conocemos.

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