Suena el despertador por la mañana, temprano. Todavía con sueño, lo primero que haces es desactivar la alarma (y seguramente de paso esa cansina repetición de cada tres o cinco minutos) y antes de murmurar el ‘cinco minutos más’ aprovechas para revisar las notificaciones. Nuevos followers, algún correo nuevo, un aviso de Instagram, o ver si alguien ha madrugado más que tú y ya hay fotos de su desayuno en su muro de Facebook.
Si eres uno de esos que ahora mismo le da más la luz brillante de la pantalla del móvil que la del sol, lamentablemente te has convertido en un zombie del smartphone. Seguramente ahora estarás diciendo «¿Yo? Imposible. Yo controlo». ¿De qué me sonará esa frase? Pues no, no controlas. De hecho, hasta existe una aplicación que te dice las veces que miras al día tu teléfono, te aseguramos que te asustarías.
Y es que estamos ante la tiranía de las nuevas tecnologías. Los chismes del patio de luces de nuestra casa se han pasado al mundo 2.0. Ahora cotilleas a tu ex siguiéndole en Instagram con una cuenta falsa, o en Twitter o hasta en Facebook. Y eso que no nos estamos metiendo todavía con otras redes sociales o con aplicaciones de ligoteo como Tinder, por no hablar de Snapchat.
Para saber si te has convertido en un zombie de tu smartphone, o si quieres un término más cool, en un smombie, te invitamos a que revises este decálogo punto por punto. Y si respondes afirmativamente a más de la mitad, quizás sea hora de que pienses en irte de vacaciones a un pueblo perdido sin cobertura.
Decálogo para saber si eres un smombie
– Lo primero y lo último que ves al levantarte y al acostarte es tu smartphone. Duermas solo o acompañado, si antes de dormir lo último que haces es revisar tu timeline de Twitter, Facebook, Instagram, grupos de WhastApp y demás igual tienes un pequeño problema. Algo que todavía será peor, si también es lo primero que haces al escuchar el despertador. Nada de darle los buenos días a la persona que tienes al lado, o a tu mascota, o abrir la persiana, o poner tu canción favorita para empezar con energía. ¿De verdad? Seguro que lo primero que quieres hacer es ver si tienes notificaciones nuevas en tu móvil.
– Crees que es más interesante tu grupo de WhatsApp que con quienes estás tomando cañas. Pongámonos en situación, estás con tu grupo de amigos y amigas tomando algo tranquilamente. Pero no, no estás. Tu dedo pulgar se desliza por tu pantalla buscando mejores conversaciones que la que hay sobre la mesa. Que ojo, tú también eres culpable de que no sea suficientemente interesante o atractiva, tal vez sería mejor proponer temas que buscarlos en tus diversos timelines. Si es que aquellas jarras de cerveza que solo se sostenían poniendo tu móvil como base eran uno de los mejores inventos de la humanidad por algo.
– Vas a un concierto, tocan tu canción favorita, y en vez de disfrutarla la grabas para compartirla. ¡Mal! En primer lugar, ¿realmente crees que esa grabación tendrá la calidad suficiente? La mejor forma de inmortalizar momentos es vivirlos al máximo. Si estás en un concierto, empápate bien del ambiente, canta con todas tus fuerzas, salta, vibra, disfruta. Pero no des la coña con los brazos en alto y tu pantalla brillante molestando a todos los que tienes atrás. Entre que algunos móviles no soportan el volumen de los conciertos, que seguramente el vídeo saldrá movido y que te estás perdiendo uno de los momentos álgidos… ¡deja de hacerlo!
– «¿Y mi móvil?» Sales de casa, te palpas los bolsillos, revisas en cualquier sitio donde lo suelas llevar pero no está. Ahí es cuando un pequeño (gran) ataque de ansiedad te invade. «¿Lo habré perdido? ¿Se me habrá quedado en casa?». Da igual lo que tuvieras que hacer a continuación, tanto si es ir al trabajo, como una cita o hasta ir al médico. El objetivo es más que claro, recuperarlo. Y si esto pasa por volver a casa, aunque estés a media hora de ella, lo harás. Hasta vale pedirle a alguien que te llame para ver si suena en alguna parte de tu cuerpo o en algún sitio donde has estado, o si se te ha caído y alguien lo tiene. Más que ansiedad, pánico.
– ¿Hay una discusión? Nadie es más rápido que tú en acudir a la Wikipedia. Antes, las discusiones podían durar horas. Miles de argumentos, gente que se iba sumando al debate, en muchas ocasiones risas garantizadas. Ahora, con los teléfonos inteligentes nos hemos vuelto nosotros un poco más tontos. Si no sabes qué actor o actriz protagonizaba una película sobre la que estáis hablando, Wikipedia. Si no sabes quién está gobernando en algún lugar remoto, Wikipedia. Vamos, como si fuese una fuente fiable al cien por cien. Y esos sabemos que solo son los cuñados.
– Te maquillas o te arreglas más para tus fotos de Instagram que para la vida real. En este corto sobre nuestra nueva vida virtual queda bastante claro. Casi nos preocupa más cómo luce nuestra vida en el mundo 2.0 que la que vivimos día a día. No es raro ver a chicos y chicas que posan para sus fotos como si fuesen top models. Vamos, que si hay palos para selfies vamos a llegar un punto que habrá peluquerías para tus fotos de Instagram.
– Se te enfría la comida por hacerle fotos. Tu adicción está llegando a un grado enfermizo, hasta el punto que si compartes un plato con alguien eres capaz de pegarle en la mano para espetarle un «no comas todavía, quiero hacerle una foto». Y entre la instantánea, los filtros, los hashtags y demás, pues esa fantástica comida que lucirá increible en la imagen, se ha enfriado. No, no es culpa del restaurante, la has dejado enfriar tú.
– La noche de fiesta no vale la pena si no hay la típica foto copa en mano y en el sitio de moda. Pues sí, a altas horas de la noche llega el momento de agrupar a tus amigos y amigas, agarrar bien la copa como si te fuese la vida en ella y posar. Posar aunque ya cueste abrir los ojos y sonreir como si todo lo que has bebido antes no te afectase. Aunque todo se puede arreglar con un buen filtro y lo sabes.
– Las vibraciones fantasma al acecho. Estás tan tranquilo cuando tu móvil de repente vibra. «¡Otra vez! A ver quién es ahora». Nadie, no es nadie, realmente el móvil no ha vibrado. El síndrome de la vibración fantasma es un mal exclusivo del siglo XXI. La Teoría de la detección de señal responde a este síndrome, que no es otro que nuestro cerebro anticipándose a la vibración. Y es que ante un estímulo potencial, puede responder de cuatro formas, una de ellas es que no hay estímulo pero el cerebro decide que sí. Por eso notamos una vibración fantasma, básicamente es una respuesta ya que nos fastidia mucho perder una llamada o una notificación.
– Instalar una aplicación para desengancharte y terminar más enganchado. Si llevas 9 de 9 y llegas a esta, que sepas que eres el gurú de los zombies de los smartphones. Existe una aplicación llamada FaceUp que primero te hará un test para saber tu nivel de adicción. Lo siguiente, analizará cuántas veces miras tu móvil y cada aplicación. Pero en muchos casos, el simple hecho de tener esta aplicación lo que hace es activar tus niveles de ansiedad y hacer que todavía desbloquees más veces al día tu terminal para revisar de forma impulsiva tus notificaciones.
– Bola extra. La adicción a los móviles es tan grande que hasta existen carriles para la gente que va andando a la vez que consulta su teléfono, que son un peligro. Así ha sido como en Augsburgo han desarrollado semáforos integrados en el asfalto, las luces quedarán a ras de suelo y son más fácil es que ver para estos adictos, ya que su mirada irá siempre dirigida hacia abajo. ¿Realmente era esto necesario?
Y es que como dice la aplicación FaceUp, «la vida es lo que pasa mientras miras la pantalla de tu smartphone». Adoramos las nuevas tecnologías, pero también una puesta de sol, una tarde en una terraza rodeado de amigos, un viaje para recordar… muchas cosas que harán tu vida más enriquecedora y que podrás seguir contando en tus redes sociales, pero no hace falta que sea en riguroso directo. Tómate un tiempo y deja tu teléfono en el bolsillo, él también necesita su tiempo libre.