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Cuántos de nosotros no hemos mirado con anhelo las vidas de otras personas en Instagram. Gente perfecta, con casas de revista, que comen bodegones renacentistas, campeones del running y con una vida social que ni las recepciones del Embajador del famoso anuncio de bombones. ¿Quién no querrí­a una vida así­? Ahora bien, como todo en esta vida, no es oro todo lo que reluce. Hace unos meses, la modelo Essena O’Neill abandonaba Instagram no sin antes confesarle al mundo la mentira en la que habí­a estado viviendo. Entre muchas de sus confesiones dijo que estaba enganchada a esa vida irreal y perfecta que ella misma habí­a creado. Fotos de suculentas hamburguesas que después tiraba a la basura porque para mantener la lí­nea no eran compatibles, pero claro, qué bien quedaban en una foto. Aseguraba que para salir bien en una foto lanzaba miles de disparos, que metí­a tripa y que se vestí­a y maquillaba recién levantada para así­ poder retratarse con un abdomen completamente plano. Lo que Essena O’Neill confesó es que no era feliz y que era esclava de la imagen que habí­a creado de sí­ misma.

Si creemos que el caso de esta modelo es una situación aislada, estamos bastante engañados. Mucha gente se pone las zapatillas de running, hace una foto, la sube a Instagram y después se queda en el sofá para pasarse horas esperando los likes de sus seguidores y desesperarse cuando no llegan. Precisamente esto es lo que pretende denunciar Kerith Lemon, autora de «A Social Life», un corto que muestra la situación que acabamos de exponer. En el corto podemos ver a su protagonista, una joven de unos 25 años que vive una vida de anuncio en las redes sociales pero que esconde una triste realidad. Una persona solitaria que se levanta y se pone las zapatillas de correr para hacerles una foto y después quedarse en casa, que compra fruta fresca para retratarla y presumir de un estilo saludable tan a la moda hoy en dí­a pero que acaba comiendo comida basura.

Pero lo más triste de todo es la sensación de soledad que trasmite. En el corto podemos ver cómo la protagonista se arregla, compra vino e incluso se sirve una copa para finalmente acabar sola dormida en su sofá y frustrada porque la secuencia creada no ha tenido la acogida en likes que ella esperaba. «A Social Life» ha ganado varios premios como el de Mejor Actor Internacional en el Canberra International Short Film Festival y el de Mejor Primera Pelí­cula de una Mujer en el Lady Filmmakers Festival. Pero, más allá de esto, sin duda ha ganado el mejor premio de todos: hacer que la gente reflexione sobre ciertas conductas en Internet que se han asumido como normales.

Este tipo de conductas son peligrosas y pueden llevar a trastornos más graves como la depresión o la ansiedad. La vida virtual no debe sustituir a la vida real y mucho menos condenarnos. Si crees que puedes estar padeciendo este tipo de problema o conoces a alguien que pueda estar en una situación similar, busca ayuda, comuní­cate y no dejes que la ficción supere nunca a la realidad.

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