Un millón de dólares por descargarse siete canciones, la justicia según Obama 3
Lanzábamos la advertencia cuando nos preguntábamos por las posturas de Obama en el campo de la tecnologí­a. La elección del nuevo presidente de Estados Unidos no trae consigo una polí­tica más razonable en materias como la descarga de archivos protegidos por los derechos de autor, sino más bien todo lo contrario. Obama se está rodeando de personajes muy cercanos a la RIAA, la versión estadounidense de la SGAE, que están entrando incluso en altos cargos del Departamento de Justicia. Pues bien, este último organismo pretende condenar a un ciudadano por descargarse siete canciones de Internet.

Se trata de Joel Tannenbaum, y su historia viene de lejos. En 2003 recibió una carta en la que la RIAA le proponia un trato: pagar una multa para que no se emprendieran acciones legales contra él. Repetimos: el supuesto «delito» de Tannenbaum consistió en descargar siete canciones con un programa de intercambio P2P. Para salir al paso, ofreció a la RIAA 500 dólares, pero no fue suficiente.

En 2007, y esta vez sin aviso previo ni opción de diálogo, Tannenbaum fue denunciado por cinco discográficas: Sony BMG, Warner Records, Atlantic, Arista, y UMG Recording. Para resolver el proceso, Tannenbaum ofreció 5.000 dólares. Pero tampoco fue suficiente: la RIAA exigí­a un mí­nimo de 10.500 dólares. Estamos hablando de unos 7.780 euros. Más de un millón de las antiguas pesetas por descargar, insistimos, siete canciones.

El caso sigue abierto, y según estipulan las leyes estadounidenses, Tannenbaum podrí­a enfrentarse a una multa de hasta un millón de dolares. Estamos hablando al cambio actual de unos 740.000 euros. Siguiendo con esto de las conversiones, a Tannenbaum la broma podrí­a salirle a razón de más de 17 millones de las antiguas pesetas (unos 105.000 euros) por cada canción descargada. ¿Son cantidades razonables para compensar el supuesto perjuicio económico que Tannenbaum haya podido ocasionar a las discográficas?

Un millón de dólares por descargarse siete canciones, la justicia según Obama 3
La respuesta es no. Simple y llanamente. Sólo hay que aplicar el sentido común. Y sin embargo, Tannenbaum ha tenido que rodearse de todo un grupo de abogados y estudiantes de Derecho de la Universidad de Harvard para defenderse. El principal argumento de su defensa también es de bastante sentido común: es anticonstitucional que las leyes estadounidenses establezcan multas de hasta 150.000 dólares por violar los derechos de autor (y son siete canciones, de ahí­ que la máxima multa posible en este caso sea de más de un millón).

Ya lo resumí­a David Bravo en un ví­deo humorí­stico sobre la legislación española en materia de derechos de autor. A dí­a de hoy, en muchos paí­ses copiar un CD o descargar un archivo protegido por derechos de autor conlleva penas más duras incluso que las que suponen robos o agresiones fí­sicas. Eso en España, porque en Estados Unidos la ley es mucho más dura. Pues bien, el Departamento de Justicia de Estados Unidos ha tomado una postura muy favorable a los intereses de la RIAA.

Por no decir que sospechosamente favorable, pues en dicho departamento Obama ha ido colocando incluso a antiguos abogados de la RIAA. El caso es que, según el escrito del fiscal registrado el pasado dí­a 22 de marzo, el tribunal del caso de Tannenbaum deberá rechazar los argumentos de la defensa en cuanto ésta cuestione la constitucionalidad de la ley. Así­ de sencillo.

Borrar de un plumazo el argumento principal con el que se defiende un individuo por cometer un supuesto delito hace ya seis años. Y por el que se le pide una millonada desproporcionada. Es la cabeza de turco que está buscando la RIAA desesperadamente. Una sentencia ejemplar para disuadir a futuros usuarios de redes P2P. A no ser, claro, que dichos usuarios se apunten a plataformas como IPREDator, el programa de intercambio de los creadores de Pirate Bay para evitar ser espiados. O a cualquiera de las numerosas alternativas que permiten descargar archivos de forma anónima. Y que crecerán como setas a este paso.

Ví­a: elpaí­s.com / Público.es

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