En julio de 1996 nació en Reino Unido una oveja muy especial. La llamaron Dolly y era el primer mamífero clonado de otro adulto. Con ella se demostró que era posible clonar un ser vivo completo, con una sola célula del cuerpo del donante. Se introdujo el ADN de una oveja adulta en un óvulo sin fecundar, algo casi de ciencia ficción hasta entonces. Después de hacerse pública su existencia, llegaron las preguntas… ¿Cuándo nacería el primer clon humano? ¿Qué ha pasado con la clonación veinte años después de Dolly?
Un problema ético…
Pues sobre todo, lo que ha pasado es que hace veinte años la ciencia destapó un problema nuevo. No es la primera vez que ocurre ni será la última en que la ciencia no sólo va por delante de las leyes. También va por delante de la ética, de si debemos permitir que esto suceda. Un periódico británico tituló en portada cuando nació Dolly: “¿es un milagro o un monstruo?”.
Antes de Dolly se había conseguido clonar reptiles. Y se habían conseguido “clones” mamíferos separando embriones e implantándolos en adultos. Pero se empezaba a pensar que sería imposible conseguir implantar el ADN de un adulto en un óvulo para que naciera un clon de ese mamífero adulto. El nacimiento y supervivencia de Dolly fue revolucionario por ese motivo. Se comprendió que era posible modificar células según nuestro interés.
Se han conseguido clonar 15 especies de mamíferos: gatos africanos, cabras, bueyes, ciervos, algún perro… Pero no fue fácil conseguir a Dolly, ni lo ha sido con estos. Cada éxito significa muchos ensayos, muchos fracasos. Y cada fracaso es un aborto o unas malformaciones horribles. La mera idea de que algo así pudiera suceder con un humano da escalofríos y ha frenado esta investigación. Todavía nadie ha conseguido clonar un simio, tal vez eso demuestra lo difícil (quizás imposible) que es clonar humanos.
Y un problema científico
El problema tiene dos facetas, porque la clonación tiene muchas ventajas. Uno de los éxitos de esta línea de investigación es español: en 2009 clonaron una especie de cabra montesa de los Pirineos (el Bucardo). Se había declarado desaparecida en 2000, y consiguieron clonar una que nació, aunque por desgracia falleció al poco por defectos en los pulmones. Pero es un avance que muestra una de las ventajas de la clonación: recuperar especies en peligro o extinguidas. ¿Habrá algún día un Parque Jurásico como el del cine? Eso es más complicado, pero… no nos atrevemos a decir que sea imposible.
Además del problema ético, la clonación es algo muy lejos de estar resuelto. Sí, Dolly vivió, pero muchos otros intentos con ratones, cerdos o conejos no han salido tan bien. La propia Dolly murió a los siete años antes de enfermar y ser sacrificada, y antes de ella hubo 277 intentos infructuosos. Se dijo que, al ser un clon de una oveja de seis años, al llegar a esa edad ya era en realidad anciana. En realidad murió por un tipo de cáncer relativamente común en la zona donde nació y se crió. Dolly no fue la única clon de su oveja original. Tras su muerte se hicieron otros clones que nacieron y vivieron. En 2016 había cuatro clones de Dolly viviendo y gozando de buena salud con nueve años de edad.
¿En secreto?
Hay quien piensa que en realidad la ciencia de la clonación ha seguido avanzando a gran velocidad, pero que se esconden los resultados. La realidad es que los experimentos están muy controlados y por desgracia siguen siendo más los fracasos. Quien esté convencido que, por ejemplo, alguien está clonando vacas para tener granjas de carne y leche, se equivoca. Es más barato criarlas normalmente que probar a clonar una “buena”: sólo saldría una de cada 80 o 100 ( o más). Y después habría que criarla igual.
Pero eso no significa que no se esté intentando, e investigando en ese sentido. Ya hay peticiones a asociaciones sanitarias para certificar si los productos de un animal clonado son salubres para el consumo humano. Leche, carne, etcétera. Organizaciones de granjeros, por lo menos en Estados Unidos pero seguro que en otros países también, invierten millones. Se trataría de clonar animales excepcionales, premiados en concursos, para perpetuar su especie… y sus productos.
Y la aplicación comercial, cuando “funcione”, es evidente. No sólo para animales de cara a la industria alimentaria, sino para entretenimiento doméstico y más. Podrías conseguir un clon de tu mascota favorita: aquél perro o gato que se hizo mayor y echas de menos, volverías a tenerlo desde cachorro. Incluso un caballo de competición: tener un establo con varios clones. Ya se paga ahora muy bien una inseminación de un buen ejemplar, imagina qué podrías pedir por clonarlo.
Humanos
Todavía se está lejos de poder clonar un ser humano, además de que está prohibido. Pero los avances en esta tecnología sí que han permitido descubrir otras cosas más útiles. Los cambios genéticos para evitar enfermedades, por ejemplo, o para curarlas. Un buen ejemplo son los cerdos alterados genéticamente para que sus órganos puedan ser trasplantados a humanos.
Alterar embriones humanos para evitar enfermedades entra en el terreno de lo éticamente problemático. No todos los países lo aceptan actualmente. Porque se puede empezar dejándolo sólo en eliminar una enfermedad, pero el siguiente paso es la selección… muy poco ética. Pero esto ya no es ciencia ficción: recientemente se ha conseguido el primer éxito para corregir una enfermedad congénita.
Un grupo de investigadores internacionales, que incluyen un español, han logrado eliminar de un embrión vivo todo rastro de mutación mortal. Han conseguido así curar la llamada “miocardiopatía hipertrófica”, que produce la muerte súbita a deportistas y afecta al 2 por ciento de la población. Lo han conseguido arreglar con una tasa de éxito superior al 70 por ciento. Los embriones exitosos, tras confirmar que el ADN estaba “arreglado”, no se implantaban en ningún útero. Es el límite de la legislación actual, que permite investigar hasta ese punto. Pero el futuro… la ciencia va siempre por delante.