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Ha viajado por la Red a la velocidad de la luz. Es lo que suele ocurrir en estos casos. Nos referimos a la Carta abierta a Alejandro Sanz que un cientí­fico ha publicado en la Red para hablar acerca de la cuestión del canon digital y los derechos de autor. Basta con observar un poco el Twitter del cantante madrileño para darse cuenta de que está enzarzado en plena lucha para defender el cobro del canon digital o de proclamar ilegal el hecho de compartir archivos a través de Internet. Una serie de premisas bajo las que se esconde la crisis del soporte. Este es su problema más esencial.

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Tendrí­an muchos que quitarse la venda de los ojos y dejar de culpar a los usuarios de Internet, criminalizados desde tiempos inmemoriales. Como en su momento se criminalizó a la televisión, que emití­a pelí­culas, a la cinta de casete o al CD virgen. La crisis del formato ha acusado a la industria discográfica desde principios del siglo pasado. Por eso ha tenido que reinventarse y luchar para correr un poco más rápido que las nuevas tecnologí­as. Y parece que no lo han logrado. Ahora el formato digital está haciendo estragos y buenos y malos tienen que reinventarse para subsistir. Habrá que saber ingeniárselas con acierto

Y es que a los usuarios de hoy ya no les basta el disquito. Quieren llevar las canciones en el móvil, en el coche y asistir a conciertos de calidad. También quieren cosas nuevas. ¿Un libro ilustrado que acompañe las canciones? ¿Un documental interesante? ¿Un disco artí­stico de edición limitada? Lo cierto es que las posibilidades son múltiples y sin embargo son pocos los que deciden ejecutarlas. Y sino, acordaros de ese artí­culo en el que hablábamos de diez formas originales de vender música. Basta con escurrirse los sesos un rato. Aunque la discográfica EMI se planteó una solución mucho más sencilla de llevar a cabo: vender las grabaciones de los conciertos in situ. El problema de todo ésto es que hay que arriesgar, como lo hacen muchos emprendedores y profesionales de este paí­s, cada cuál en su campo. Es la fórmula.

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Pero vamos a centrarnos en la carta que este cientí­fico ha dirigido a Alejandro Sanz. Lucas Sánchez, así­ es como se llama el susodicho, trabaja en el Centro Nacional de Biotecnologí­a y en la Yale School of Medicine (Conneticcut) desarrollando vacunas para el tercer mundo, concretamente para una enfermedad llamada Leishmaniasis que ataca principalmente a los niños de ífrica, Asia y Sudamérica. El caso es que Lucas reconoce que paga por publicar los resultados de sus investigaciones en revistas de divulgación cientí­fica que se quedan con sus derechos de autor al completo. Y no los reclama.

Pide cobrar por su trabajo y da gracias por ello, pero no encuentra el sentido a algo fundamental: seguir cobrando por algo que hizo en el pasado. Son los derechos de autor que Alejandro Sanz reclama con ahí­nco a través de Twitter. Y es que el hombre que tiene la vida solucionada, él mismo lo dice a través de sus Tweets, y se codea con las más altas esferas, incluyendo a Obama, ha llegado a comparar los derechos de autor con los derechos que tienen los niños pobres a recibir medicamentos. Demagogia y más demagogia barata que el autor del Corazón partí­o viene repartiendo por doquier a través de esta red social. Tan mal no debe ir la industria cuando Teddy Bautista afirma cobrar 250.000 euros anuales de la SGAE. La entidad que también recauda para Alejandro Sanz. ¿No será que el reparto es poco equitativo?

Desde hace un par de dí­as, Twitter y Facebook se han llenado de alabanzas al cientí­fico que ha escrito esta carta y que ha sentenciado con razón aquello de ‘Renovaos o morid’. Es cierto que las grandes fortunas, mansiones y discos de oro han de ser de lo más cómodas para regocijarse entre las canciones mediocres. Pero es que resulta que el gran público ya no quiere la calderilla, las sobras, el circo. El gran público, por muy popular que sea, quiere apuestas y riesgo. Arte.

Foto de: Thylacinidae

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