televisor

Más de la mitad de los consumidores usan el televisor tal y como sale de la caja. No se molestan en cambiar la configuración de los distintos parámetros de imagen y sonido del aparato. Y es que los ajustes de fábrica no están pensados para ofrecer los mejores resultados en cada hogar. Por el contrario, están optimizados para las tiendas, con el objetivo de que luzcan atractivos para los potenciales compradores. Los fabricantes de televisores pretenden que las imágenes de sus pantallas resulten muy brillantes y coloridas, para que capten enseguida la atención del ojo humano.

Las condiciones de visionado son distintas en cada casa. Ni el tamaño del salón, ni la ubicación del aparato, ni la iluminación, ni los materiales y colores de la decoración son iguales. Por eso conviene dedicar unos minutos a configurar correctamente el televisor. Es una operación que lleva poco tiempo, pero que a la larga compensa mucho. Afinar los distintos parámetros, mejora la calidad de imagen y de sonido, que queda adaptada a cada salón. Otro beneficio añadido es reducir la fatiga visual, para que los ojos de los espectadores se cansen menos de estar delante de la pequeña pantalla. No son las únicas ventajas. Cambiar los ajustes de fábrica ahorra energí­a y aumenta la vida del aparato.

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Calibrar el televisor es muy fácil; basta con utilizar el mando a distancia. Lo primero es reducir el brillo del televisor. Una luminosidad excesiva, no sólo aumenta el gasto de electricidad, sino que es perjudicial para los ojos espectadores, especialmente en entornos que suelen estar en penumbra. Lo habitual es que el aparato salga de fábrica con el brillo a tope. Eso implica que la imagen está constantemente cambiando de muy luminosa a muy oscura, y eso representa un sobre-esfuerzo de las pupilas, que deben cerrarse y abrirse continuamente. A menudo, basta con ponerlo por debajo del setenta y cinco por ciento, e incluso cerca de la mitad, dependiendo de las condiciones del salón.

En segundo lugar, otro asunto muy importante en los modelos actuales es elegir un ratio de aspecto adecuado para que las formas no salgan distorsionadas o se pierda parte de la imagen. Cuando está disponible, el automático puede dar buenos resultados; a veces suele estar escondido bajo denominaciones como “nativo” o “completo”. En otros casos, es necesario trastear un poco para descubrir el óptimo, especialmente para ver los programas de televisión. Por otra parte, existen diversas funciones que conviene desactivar, sobre todo en muchos televisores avanzados, como el brillo o contraste dinámicos, que también pueden figurar como retroiluminación dinámica o mejorador de negros. Lo mismo sucede con funciones relacionadas con la nitidez,  la reducción de ruido (digital) y con el mejorador de bordes, también llamado super-resolución o resolución plus.

Los televisores modernos ofrecen modos de imagen para facilitar la vida a los usuarios. Dependiendo del contenido que se quiera mostrar en pantalla (juegos, por ejemplo), hay un modo que recoge una configuración especí­fica para distintos parámetros como el brillo, el contraste, el color y la nitidez. No todos son iguales, ni valen para lo mismo. Así­, los modos de pelí­cula o de cine consumen menos energí­a que otros como el dinámico o el ví­vido.

Por último, la mayorí­a de televisores del mercado disponen de sus propios sistemas de calibración automática o, al menos, de ayudas para la configuración. Simplemente hay que buscarlos en el menú del aparato, e ir siguiendo las instrucciones paso a paso. Estos sistemas resultan muy útiles sobre todo para realizar ajustes finos relacionados con la temperatura de color, la gama de colores o la corrección gamma.

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