Los-100-mejores-discos-del-soul-01

El lector distraído de esta web quizá pueda preguntarse qué pinta la reseña de un libro sobre soul en unas páginas especializadas en tecnología. ¿No es el soul la música del alma, la que surgió de las iglesias negras donde se cantaba góspel?, ¿no es el soul la música de las emociones?


Justo, eso es, pero cuando en este libro Luis Lapuente (el Doctor Soul de Radio 3) rastrea y analiza los cien mejores discos de la historia del género, hay un apartado de privilegio para la obra maestra de Stevie Wonder “Innervisions”. Y si hay un músico en todo el mundo especialmente interesado en la tecnología, ése es el genio de Detroit, que, quizá por las limitaciones de su ceguera, siempre ha buscado ese punto de encuentro mágico entre la creatividad, la emoción y los avances tecnológicos aplicados a los equipos de sonido, los instrumentos y la búsqueda de nuevas formas de expresión.


Como señala Lapuente en las páginas del libro, «educado en el fervor de los cánticos espirituales (en el coro de la iglesia bautista Whitestone de Detroit), moldeado en el pop negro según los cánones estilísticos imperantes en Motown, para Stevie Wonder fue algo parecido a una epifanía encontrarse casi por casualidad con un disco de música experimental titulado Zero time, que firmaba una misteriosa banda llamada Tonto’s Expanding Headband, en realidad el dúo integrado por el bajista londinense Malcolm Cecil y el productor estadounidense Robert Margouleff, dos chiflados de los sintetizadores que habían empezado a colaborar bajo el acrónimo TONTO, siglas de The Original New Timbral Orchestra. Hechizado por el sonido de aquel álbum y por las infinitas posibilidades que intuía más allá de aquellas composiciones, Stevie contrató a Cecil y Margouleff como productores y se puso a trabajar con ellos en el repertorio del primer elepé de su nueva etapa, Music of my mind, un disco mayúsculo e insólito, donde disparaba hacia el futuro todo el bagaje cultural que atesoraba desde niño en canciones barrocas, robóticas, colosales (…) embellecidas con los mimbres habituales en una producción de soul (…) y con la formidable parafernalia de las placas de circuitos y los osciladores electrónicos del clavinet (especie de clavicordio eléctrico fabricado por la empresa alemana Hohner), el Fender Rhodes y los numerosos sintetizadores Moog, Oberheim, ARP, EMS y Yamaha aportados por su equipo de producción. (…) Pero la explosión absoluta de su talento se produjo con Innervisions, un glorioso pandemonio taumatúrgico concebido en los estudios neoyorquinos de Cecil y Margouleff, que prepararon el habitáculo para que Stevie supiera en todo momento por donde moverse, que incluso pudiera descansar de noche, en medio de un gran círculo casi sobrenatural, rodeado de sintetizadores, teclados eléctricos, cajas de ritmos y secuenciadores…».

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Stevie Wonder siempre ha creído en el poder de las máquinas, de los avances tecnológicos y cibernéticos, para cambiar el mundo. En 1984, declaró al New York Times: «Por supuesto que podemos utilizar la tecnología para nuestra propia destrucción, pero sería absurdo oponerse a ella, porque ahora ya es parte de la raza humana. A mí me resulta increíblemente útil para encontrar nuevos colores y texturas, y no pasará mucho tiempo antes de que pueda interconectar todo tipo de software, incluyendo máquinas de lectura, sintetizadores de voz artificial y Braille en el proceso creativo».

El futuro ya está aquí. Puedes disfrutarlo mejor con unas buenas razones de la música del alma, la que se disfruta leyendo las páginas de este libro esencial.

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