La realidad virtual es una tecnología que, al parecer, aún tiene mucho campo por explorar. Y no decimos ‘campo’ por mera casualidad sino porque de campo vamos a hablar. A los ganaderos rusos de vacuno no se les ha ocurrido otra cosa que colocar gafas de realidad virtual a sus vacas para que produzcan mejor leche. ¿Y por qué? porque las vacas, de este modo, se piensan que están en un campo abierto y no confinadas en granjas, de este modo podrían ser engañadas y tener una vida mejor y más feliz. Si suena triste es porque, efectivamente, lo es.
Realidad virtual para mejorar la leche en las vacas
Las imagenes emitidas por las gafas de realidad virtual se correspondían con un campo en pleno verano, ajustando la gama de colores de manera que las vacas pudieran apreciarlo de modo correcto. El armazón de las gafas tuvo que ser modificado para que les sentara bien a la anatomía de los animales. ¿Y cuál fue el resultado de la prueba? Pues parece haber funcionado, aunque en unos niveles aún muy básicos como para cantar victoria.
La primera prueba redujo la ansiedad de las vacas, fortaleciendo su salud. ¿Quiere decir esto que la leche que producen será mejor que la que sacan cuando están sometidas al estrés del confinamiento de las granjas? Aún no se sabe, aunque existen planes para crear estudios con los que salir de dudas. En estos planes entraría la segunda fase del proyecto. En caso afirmativo, si la leche de estas vacas fuese más cuantiosa y de mejor calidad, se plantearía formalizar este procedimiento, al que se le unirían otros que ya se realizan como el de ponerles música clásica a las vacas. La música amansa a las fieras y, en el caso de las vacas, las ayuda a ser más felices y tener una salud más fuerte.
Que tengan que aparecer este tipo de productos no hace más que preguntarnos por el problema de la ganadería intensiva. Por ejemplo, para producir 7.000 litros de leche una vaca puede producir, a través de sus excrementos, 140 kilos de metano al año, el equivalente a las emisiones que emitiría un coche durante un recorrido de 8.000 kilómetros. Un problema brutal que agrava el cambio climático, culpable del aumento progresivo de las temperaturas.
