La elección de Donald Trump como presidente del país más poderoso del mundo (o el que se ha considerado hasta ahora más poderoso) ha estado envuelta en polémica desde el primer minuto, principalmente por las incendiarias declaraciones que se acumulan en el currículum del magnate. Pero al margen del contenido, del fondo, algo llama la atención poderosamente, y es la forma: la red social Twitter ha sido la elegida por Donald Trump para comunicarse de manera continua desde hace años, prefiriéndola antes que el cara a cara y los focos.
Hace unos días, la actriz norteamericana Meryl Streep usó su tiempo en antena durante la ceremonia de los Globos de Oro para hacer un discurso anti-Trump, y la respuesta del mismo no se hizo esperar… A través de Twitter, por supuesto: Meryl Streep, una de las actrices más sobrevaloradas de Hollywood, no me conoce pero me atacó anoche en los Globos de Oro. Es una…
Es el último de un eslabón interminable de casos y anécdotas: con casi 20 millones de seguidores, cada tuit del presidente electo de EEUU es un acontecimiento, motivo de debate y noticia. ¿No sorprende a nadie este proceder único? Mientras la mayoría de presidentes se ciñen a las ruedas de prensa pactadas y sus mensajes en redes sociales son redactados por un equipo, Donald Trump nos presenta un tipo de comunicación improvisada, impulsiva y sin pelos en la lengua. ¿No son estos los rasgos del ‘tuitstar‘?
Desde el punto de vista tecnológico, esto es sencillamente revolucionario. Un presidente que se comunica por redes sociales hacia todo el mundo, sin protocolos, sin esperar a que le escriban discursos y sí, sobre todo, sin importarle lo más mínimo las consecuencias de sus acciones. Esto, en el caso de una persona sin responsabilidades que se esconde tras un avatar y un seudónimo, aún cuando sea alguien muy influyente, adquiere un cariz completamente distinto, pues no está en su mano desatar crisis diplomáticas internacionales o incluso antesalas a la guerra.
Muchos de los que hayan soñado con un presidente que esté cerca de la gente y que se olvide de formalidades para hablar claro y directo a la ciudadanía no habrían imaginado algo así, y nos hace pensar que tal vez no está tan mal que los políticos se mantengan en su órbita interna de movimiento, lejos de la tentación del ‘troleo’. ¿No debería ser de hecho uno de las obligaciones del político, estar al margen de las trifulcas cotidianas?
El caso español
Twitter también ha ido cogiendo fuerza en España como escenario de debate político. Recientemente fueron famosas las discusiones en este medio entre las distintas facciones de Podemos, y Pablo Iglesias, con casi dos millones de seguidores, es sin duda el referente español de ‘tuitsar’ político. En el lado opuesto estaría Mariano Rajoy, cuya cuenta de Twitter parece controlada por un bot, con muy pocos testimonios escritos realmente por él.
El movimiento en redes por parte de políticos no ha tenido en casi ningún caso consecuencias positivas, pues al entrar en la vorágine de comentarios y críticas, el espacio para la reflexión se pierde entre tanto ciber-alboroto. Las preguntas en el aire son varias: ¿Será Donald Trump un primer caso de una nueva generación de políticos? ¿Se integrará Twitter y su forma de expresión en el ámbito político general? ¿Serán los 140 caracteres el sustituto de las notas de prensa?
Por otro lado, a lo mejor estamos exagerando, tal vez lo único que ha ocurrido es que EEUU ha votado a un presidente que no ha sabido entender cuál es su sitio en la sociedad. O que lo ha entendido demasiado bien…