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La complejidad del Universo siempre da cabida a la aparición de renovadas hipótesis sobre asuntos que creí­amos conocer. En esta ocasión, nuevas evidencias parecen afirmar que la teorí­a sobre la formación de nuestro satélite es distinta a cómo los cientí­ficos pensaban que era hasta el momento.

Durante décadas, los cientí­ficos han considerado que la formación de la Luna se debí­a a un pedazo de la Tierra que se desprendió y dio forma al satélite hace unos 4,5 millones de años. Pero ahora, nuevas pruebas quí­micas realizadas al satélite sugieren que las cosas sucedieron de forma algo más violenta.

Se sigue manteniendo la idea de que la Luna formaba parte de la Tierra antes de que saliera a la órbita, pero aparecen nuevas ideas en torno a ese desacoplamiento. La idea conocida hasta el momento es llamada «Teorí­a del gran impacto», y postula que la Luna se originó como resultado de la colisión entre la Tierra en sus orí­genes y un protoplaneta de tamaño similar al de Marte, que recibió el nombre de Tea.

Mientras que la Tierra salió sin daños de la colisión, el impacto sobre el núcleo y manto de Tea provocó su hundiminento y se combinó con el núcleo y manto de la Tierra. Los escombros resultantes de esta fusión fueron expulsados hacia la órbita de la Tierra, que formaron un disco de acreción  y desde éste finalmente se formó la Luna tal y como la conocemos.

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Siempre ha habido algunas grietas en esa hipótesis, ya que siguiéndola, la mayor parte de los materiales que forman la Luna deberí­an provenir de Tea, pero los análisis quí­micos de las muestras obtenidas en las misiones Apolo en la década de 1970 demostraban que la composición de la Tierra y la Luna es casi idéntica. Con lo que la teorí­a se viene atrás, debido a las pocas probabilidades de que Tea y la Tierra compartan el mismo ADN geológico.

Recientemente, varios estudios geoquí­micos de las Universidades de Harvard y Washington, tras estudiar siete rocas lunares y ocho de la Tierra concluyeron que las muestras de la Luna son más ricas en isótopos pesados de potasio, concretamente en potasio-41. Para que este isótopo pesado de potasio pudiera aparecer de forma separada en los materiales de la Luna, estos debieron ser sometidos a temperaturas extremadamente altas, lo que refuerza la teorí­a de una colisión extremadamente violenta con la formación de la Luna como resultado. En estas condiciones, la Tierra joven se habrí­a vaporizado casi por completo tras el impacto con Tea, con lo que el potasio de nuestro planeta se condensarí­a en un vapor intenso que, con el tiempo, terminarí­a formando la Luna. Es esta teorí­a que involucra un proceso de condensación del potasio pesado es la única que, en primer instancia, parece poder explicar el motivo por el cual la composición de la Luna cuenta con mayor concentración de potasio-41 que la Tierra.

Por el momento las investigaciones siguen abiertas y habrá que esperar algunos años para que esta hipótesis termine de asentar sus cimientos.

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