Niños en el colegio

Todos hemos escuchado decenas de veces que la exposición temprana de los niños a la música, clásica si es posible, puede ayudarles a desarrollar mejor su inteligencia, ¿no es así­? Incluso hay varias franquicias de productos audiovisuales con términos como Einstein, Mozart o Beethoven que han tenido un gran éxito entre los padres porque, ¿quién no quiere lo mejor para sus hijos?

Bueno, pues como tantas otras creencias muy difundidas con fundamentos poco consistentes, esta acaba de caer por los suelos. Un estudiante de doctorado de Harvard, Samuel Mehr, intrigado por el tema decidió estudiarlo de forma cientí­fica y demuestra que los niños no se harán más listos por ver dibujos animados con música clásica en la TV. Aunque, obviamente, esto no les hará ningún daño. En primer lugar se apoyó en las investigaciones del profesor Chip Heath de Stanford y del psicólogo suizo Adrian Bangerter, que confirmaron que el estudio original, publicado en la revista Nature en 1993, que dio lugar al término «Efecto Mozart» y es el origen de toda esta corriente de pensamiento, se ha malinterpretado desde el principio.

En dicho estudio se buscaba si se daba una mejora del cociente intelectual (CI) en personas expuestas a la música clásica. La primera puntualización es que los participantes eran estudiantes universitarios y no bebés. La segunda es que la prueba del cociente intelectual se realizaba tras estar los participantes haciendo una tarea concreta mientras escuchaban una sonata de Mozart. Esto llevó sólo a que el aumento de CI que aparentemente se produjo fuese pequeño y temporal. Y la tercera puntualización es que los resultados de este experimento realizado en 1993 nunca han podido replicarse en experimentos posteriores.

En resumen, que los resultados del estudio original nunca se han podido repetir, que nunca se hizo con bebés sino con adultos universitarios y que los efectos positivos eran muy pequeños. Todo esto no fue un problema para que numerosos periódicos nortemericanos se hicieran eco de ello de forma enormemente distorsionada.

Un ejemplo muy lamentable de esta tergiversación se produjo en un artí­culo publicado en 2001 en el Milwaukee Journal Sentinel que hací­a referencia a «numerosos estudios sobre el Efecto Mozart y cómo ayuda a los estudiantes de colegio, a estudiantes de instituto e incluso a niños pequeños a aumentar su rendimiento mental». Tal y como observaron Heath y Bangerter, ninguno de estos grupos de personas formó parte del estudio mencionado.

Una de las claves que explican esta distorsión está en la importancia que le conceden los norteamericanos a la educación infantil y a lo que describí­a el psicólogo suizo como «obsesión de los norteamericanos con la educacion de sus hijos». Seguramente la importancia social de este asunto es lo que explica que un estudio así­ se repitiera y deformara tanto en tantos medios de comunicación. Estos investigadores encontraron que se habí­an publicado más artí­culos de prensa sobre el estudio de Nature que sobre cualquier otro estudio de Nature en el perí­odo 1993-2001. Esto ha llevado a que algunas encuestas citen que un 80% de los adultos de EE.UU. estén convencidos de que la música mejora la inteligencia y/o las notas de los niños.

Con esta base, Samuel Mehr se propuso repetir la prueba para ver si existí­an alguna base cientí­fica debajo de todo esto, y ha descubierto que no. No hay nada en absoluto que apoye el efecto Mozart. En lugar de buscar el posible efecto beneficioso de la música directamente en el Cociente Intelectual, se propuso medir cuatro aspectos cognitivos: vocabulario, matemáticas y dos tareas espaciales. Según indica el propio Mehr, las pruebas que miden estos campos son mucho más sensibles que las que miden el Cociente Intelectual, por lo que cualquier cambio o mejora serí­a mucho más detectable en su experimento que en el original.

Primero realizó el estudio con 29 padres y sus hijos de cuatro años, a los que dividió en dos clases, una donde se enseñaba música y otra en la que se enseñaban otras artes visuales. Encontró una ligerí­sima mejora en la realización de una de las tareas espaciales en los niños expuestos a la música, pero no como para ser relevante. Esto le animó a (y quizás sirvió para argumentar que eran necesaria financiación adicional para) realizar un estudio más amplio que ofreció los mismos resultados.

Samuel Mehr demuestra que el Efecto Mozart es falso

Como expone el propio Samuel Mehr en este ví­deo (lamentablemente sólo está disponible en inglés), no encontró nada que apoyase las ventajas directas que tiene aprender música para otros aprendizajes o desarrollos, sino que la música es buena en sí­ misma, no para que los niños sean más listos o tengan mejores notas. En sus propias palabras, «la música es un fenómeno cultural evolutivo de orí­genes ancestrales que se da en todas las culturas del mundo y que es valorado en todas partes. Nos permite saber qué somos y que se le enseña a los niños en todas partes y es un medio de expresión único tanto para adultos como para niños. Por todo esto me parece obvio que es algo que se debe enseñar en los colegios

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