Hace sólo unos días que Microsoft presentó la Xbox One, pero ya ha tenido que abandonar las restrictivas políticas de uso que anunció para la consola. Las furiosas críticas de los usuarios contra las nuevas funciones, así como las burlas recibidas por parte de Sony, han conseguido que Microsoft recule y elimine muchas de ellas. Así, la consola podrá usarse con videojuegos de segunda mano, no será necesario conectarla a Internet para que funcione y no tendrá protección regional.
Según anunció Microsoft en la presentación de la Xbox One el pasado 21 de mayo, y en la rueda de prensa que dió en el E3, para que la consola funcionase era necesario conectarla a Internet cada 24 horas. Además, iba a tener protección regional, lo que impedía que, por ejemplo, un jugador con una consola comprada en Europa pudiese utilizar en ella un juego adquirido en Estados Unidos. Tampoco iba a ser compatible con juegos de segunda mano, ni los usuarios iban a poder prestarse juegos. Su precio: 499 euros. Bastante elevado, a pesar de la inclusión de serie de Kinect.
Las críticas a tantas restricciones e impedimentos no se hicieron esperar. Los usuarios, tanto los actuales como los potenciales, reaccionaron mostrando mucho enfado y frustración. Sus críticas, más o menos ácidas y duras, inundaron foros y redes sociales. Lejos de desaparecer con el tiempo, aumentaron cada vez más hasta convertirse en un clamor.
En Microsoft empezaron a sentir mucha presión, que aumentó con el lanzamiento de la videoconsola de su principal rival, Sony, en el E3. La compañía japonesa aprovechó las debilidades de Microsoft y las críticas de los usuarios a los impedimentos de la XboxOne, y presentó su PS4 resaltando que cuenta con una política completamente abierta en cuanto al préstamo y reventa de juegos. Además, costará 399 euros. Toda una bomba para los de Redmond, que se vieron empujados a tomar decisiones para evitar una deserción masiva de usuarios y un fracaso en ventas.
Sólo unos días después del final de la feria, Microsoft ha emitido un comunicado en el que Don Mattrick, presidente de la división de entretenimiento de Microsoft, afirma que la compañía ha escuchado las criticas de los usuarios. Del comunicado se desprende que ha decidido dar marcha atrás y eliminar las polémicas restricciones que iba a aplicar a la Xbox One. Así, ya no será necesaria una conexión a Internet para poder jugar, ni habrá ningún problema para prestar o vender juegos.
Hasta aquí, una victoria para los seguidores de la consola, pero esta no es completa. Con esta decisión, también ha desaparecido una de las ventajas de la consola: la posibilidad de prestar los títulos descargados de su tienda online.
Habrá que ver cómo afectan estas decisiones a la venta de la Xbox One, que ahora sólo mantiene un escollo para competir con la PS4: su precio, que es 100 euros superior al de la máquina de Sony.