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En pleno debate sobre la idoneidad, legalidad o poco respeto a la privacidad personal generada por la actividad desarrolla por las cámaras de vigilancia ubicadas en el viario público, hay noticias que no dejan de echar leña al fuego. Esta vez la posible polémica para unos, y la gran alegrí­a para otros (sobre todos los responsables de la seguridad pública) viene de la mano de Oculus, un sistema de cámaras de vigilancia desarrollado en la Universidad de Castilla-La Mancha que detecta y analiza, con lógica y todo, la actividad que se lleva a cabo en la calle, incluyendo en este análisis la circulación de vehí­culos y peatones.

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De entrada, y al margen de sus claras ventajas sobre el resto de cámaras de vigilancia, este sistema da algo de miedo. Oculus es capaz, por ejemplo, de detectar un adelantamiento indebido o un modo de conducción temeraria (en el caso de que te encuentres al volante) o si cruzas la calle fuera de un paso de peatones (si has decidido dejar el coche en el garaje).

Da miedo, ¿verdad? Y es que esta nueva generación de cámaras de vigilancia no sólo se queda ahí­. Con estos datos sobre su mesa de trabajo virtual, califica tu comportamiento como normal, posiblemente normal, sospechoso, posiblemente anormal o totalmente anormal. Y todo ello con su pertinente grabación en ví­deo, por si aún no quedaba claro su análisis de la situación.

El Gran Hermano que todo lo ve parece ser una suposición literaria que gana con el paso de los años visos de realidad. Al margen quedarí­a, sin lugar a dudas,  los conflictos y denuncias sobre la vulneración de la privacidad que este sistema podrí­a reunir en poco tiempo. Y sobre todo, las crí­ticas que generará su forma de analizar y calificar nuestro comportamiento en la ví­a pública.

Ví­a: Tec.Nologí­a

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