Incrudo es a las memorias USB lo que los Panasonic Toughbook a los portátiles: puedes tirarlo al suelo, derramarle un vaso de agua o exponerlo al sol durante una tarde de agosto sin que le pase nada. Para algo debía servir su carcasa de titanio con revestimiento de cerámica, materiales más habituales en transbordadores espaciales y coches de Fórmula 1.
Este pendrive (o «toughdrive», por seguir con la analogía) de fabricación rusa cuesta nada menos que 21.750 rublos, unos 605 euros al cambio actual. Y no es que tenga una capacidad de vértigo como el Transcend JetFlash V20, pues se queda en 8 GB de almacenamiento. Un sobreprecio justificado en parte por su resistencia a golpes, altas temperaturas, agua y polvo.
Y sin embargo, no es uno de los pendrives más resistentes del mundo, pues por ejemplo no soporta tensiones nucleares. Sus creadores ofrecen otros motivos para compensar que este cacharro no pueda pagarse siquiera con el billete de euro en curso de más valor: diseño y lujo.
En lo primero no es que se hayan lucido, pues simplemente se trata de un monolito minimalista, que viene con una cajita de transporte igualmente sobria y plana. Pero la exigua ranura inferior esconde, en teoría, un rubí de color rojo, que reflecta la iluminación interna del equipo cuando está funcionando.
Por desgracia, la única forma de comprobar si es una piedra preciosa de verdad o un simple trozo de plástico duro sería encargar el producto y abrirlo. Tarea complicada no sólo por el pastizal que hay que desembolsar, sino también porque habría que pegarle un buen par de martillazos para urgar en su interior, siempre y cuando sea verdad eso de que está diseñado a prueba de golpes.
Con tanta complicación, que sólo desembocaría en inutilizar el producto, nos tememos que la última salida que nos queda es esperar a ver si el colgado de la batidora se anima a repetir con este Incrudo lo que ya hizo con un puñado de mecheros y con el iPhone. Will it blend?
Vía: engadget