La moto como la prolongación del hombre 4

Si el diseño que ves arriba se convierte algún dí­a en realidad, no habrá madres que les digan a sus hijos «moteros» eso de «niño, ponte el casco». Directamente les recordarán que se pongan la moto. El concepto se llama Deus Ex Machina («Dios surgido de la máquina» en latí­n), y podrí­amos definirlo como el perfeccionamiento de la indumentaria de ese loco francés apodado Rollerman. Salvando las distancias, pues esta moto interactuarí­a con el cuerpo del piloto al estilo de un exoesqueleto.

Repetimos, sólo es una idea de futuro que, eso sí­, ha interesado a una firma como Yamaha. Es la forma en la que Jake Loniak, alumno del Art Center de Pasadena (California), piensa que podrí­an llegar a materializarse las motos del futuro. Loniak se interesa sobre todo por el respeto al medio ambiente y la integración en la rutina diaria del usuario. De ahí­ que, en primer lugar, haya pensado en un motor eléctrico alimentado por nanobaterí­as.


La moto como la prolongación del hombre 4
Dicho motor se recargarí­a en un cuarto de hora y podrí­a conseguir una aceleración de 0 a 100 Km/h en sólo tres segundos, con una velocidad máxima de 120 Km/h. Pero lo más fantasioso de todo es su sistema de control. Al principio comparábamos montarse en esta Deus Ex Machina con el acto de ponerse el casco. No sólo por hacer la gracia, sino porque el diseño lleva su propio casco. Y su misión no es sólo proteger la cabeza de impactos.

El casco corona una estructura que incluye siete vértebras artificiales, que serí­an las sustitutas de ciencia-ficción del manillar tí­pico de una moto. La estructura del invento incluirí­a 36 músculos neumáticos, que serí­an la prolongación artificial del propio cuerpo humano. Un funcionamiento actualmente inaplicable y casi sacado de un cómic (¿alguien se acuerda del Doctor Octopus?).
La moto como la prolongación del hombre 4

Aunque las ruedas delanteras proyecten la posición de los brazos y los pies vayan colocados en la rueda trasera, el piloto no usarí­a ninguna de sus extremidades para controlar la máquina. Esto sólo es consecuencia de que el diseño se adapte a la fisionomí­a humana, para que el usuario pueda montarse en una posición cómoda.

Lo malo es que, aún en el caso de que semejante ingenio llegue a ser posible, luego habrí­a que encontrar alguien dispuesto a probarlo. Alguien a quien no le saliesen sudores frí­os ante la idea de ponerse en dicha tesitura, como le pasa a este redactor de tuexperto.com.

Ví­a: switched

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