Podría ser el vehículo de rescate definitivo de G.I. Joe. O la versión esquimal de un camión de bomberos. Pero no, este voluminoso deslizador es justamente todo lo contrario que podríamos imaginar: un medio de transporte para que los niños vayan al colegio. Con que tengan un poco de imaginación los críos irán encantados a clase en él. Se le conoce popularmente como el Windsled.
Construido en aluminio, se trata del “autobús” escolar que se encarga de llevar a la escuela a los pequeños de la pequeña comunidad de La Pointe, en Madeline Island (Wisconsin), donde el número de personas censadas no llega ni a 250. No hay que llevarse las manos a la cabeza antes de tiempo, ya que tampoco se trata del transporte habitual de los alumnos. Debido a los elevados gastos que genera y a que tampoco parece muy práctico salir con él a diario, sólo se utiliza durante algunas semanas a lo largo del año, cuando se producen las temperaturas más bajas.
Aunque lo más increíble aún es que el vehículo no se hunda hasta el fondo con sus 4 toneladas de peso y los 20 estudiantes que es capaz de albergar en su interior, en los bancos acolchados habilitados. Tiene unos 100 metros de longitud y se propulsa mediante las dos enormes hélices que lleva situadas en la parte trasera, lo que lo convierte en algo parecido al hermano mayor del coche Jetstream. Un auténtico monstruo de la mecánica.
Es comprensible que hayan tenido que recurrir a un medio de transporte de estas dimensiones y características. La Pointe está situada en el Lago Superior, el más frío y profundo de los Grandes Lagos de Estados Unidos. Durante el invierno, se congela convirtiéndose en una carretera de hielo ideal para que la gente del pueblo pueda llegar hasta Bayfield, donde está localizada la escuela superior. ¿Por qué desaprovecharla?
Lo único negativo del Windsled es que, además de que no es muy manejable que digamos para llevarlo a cualquier parte, genera unos elevadísimos costes de mantenimiento. Se creó en el año 2000 tras una inversión del Departamento Federal de Transporte de medio millón de dólares, y cada año produce gastos equivalentes a 20.000 dólares (13.500 euros). Suponemos que los niños sacan tan buenas notas que compensan las inversiones.
Vía: Bornrich