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El proceso de división del escenario en filetes o zonas de profundidad, lo realiza el operario de forma manual. A continuación, marca con una lí­nea los objetos importantes que hay en cada una de las zonas, y luego traza lí­neas de profundidad haciendo una especie de mapa fotográfico o un gigantesco cubo de rubik, de manera que cada objeto se pueda definir por tres variables, como en un juego de los barquitos tridimensional. A partir de ahí­ es donde entra en juego el ordenador, que irá moviendo los objetos a izquierda o a la derecha del escenario según vayan a estar en el fotograma correspondiente al ojo izquierdo o en el del ojo derecho.

El desplazamiento lateral va a ser mayor para los objetos más cercanos al espectador, mientras que los objetos del fondo apenas se mueven. Este desplazamiento de los objetos se lleva a cabo en cada uno de los filetes o zonas de profundidad. Aquí­ se plantea el primer reto de la conversión de 2D a 3D. Al desplazar lateralmente un objeto en una de las zonas de profundidad, deja una pequeña zona en blanco, que hay que retocar recogiendo trozos del fondo. Además estas áreas en blanco no afectan sólo a la zona de profundidad donde está el objeto.

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 Un árbol en un plano puede estar tapando media casa situada detrás en otra profundidad posterior. Así­, hay que retocar los espacios en blanco en todas y cada una de las zonas de profundidad, a ser posible con material original de cada una de ellas. Este proceso se aplica a todos los fotogramas de la pelí­cula, y puede llevar muchos meses, incluso con equipos demás de cincuenta operarios. Cuanto más movimiento tenga un plano y más objetos en movimiento halla dentro de él, más trabajo requiere.

Un plano relativamente inmóvil de una pareja charlando, va a necesitar poco trabajo. El operario puede trabajar sobre dos o tres fotogramas, y dejar que el resto de los fotogramas del plano los genere el ordenador de forma automática para posteriromente corregir los pocos errores que se produzcan. El resultado nunca va a ser perfecto. En la conversión de 2D a 3D, cada fotograma se divide en un máximo de ocho zonas de profundidad, mientras que su equivalente rodado con cámaras especí­ficas para 3D tiene infinitas zonas de profundidad sin transiciones. De alguna manera, se pierde resolución en la sensación de profundidad, del mismo modo que se pierde resolución en el sonido de un fichero MP3 comprimido en exceso.

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