Las mirrorless ya no son una moda. Han llegado para quedarse y las marcas más prestigiosas del mercado ya van por la segunda generación. La Nikon 1 S2 da el releva a su antecesora con algunas prestaciones más pero con los mismos principios: es pequeña, tiene un estilo juvenil y colorido, pero se toma la fotografía muy en serio.
Y si no nos lo creemos no hay más que echar un vistazo al sensor. En Nikon lo llaman «CX» y tiene un tamaño similar a un APS-C. Es de tipo CMOS y se queda con un número muy bajo de megapíxeles: 14,2. Es la clave para tomarnos en serio esta cámara: sensor grande con pocos puntos. La guerra de los megapíxeles terminó hace tiempo. Por si se puede pensar que esta es sólo una cámara compacta a la que se le cambia el objetivo, hay que recordar que este tamaño de sensor es el mismo que encontramos en las DSLR de la marca como la D7100.
Con un sensor grande te puedes permitir algunos lujos. Uno de ellos es tener un sistema de enfoque automático de los de envidar. Un sistema híbrido de contraste y detección por fases 135 y 73 puntos respectivamente. Con él se puede, por ejemplo, tirar una ráfaga de 20 fotos manteniendo el AF en su sitio. Por si dicen que las mirrorless son lentas. No es el único detalle de cámara de estudio que se permite la Nikon 1 S2. Incorpora el procesador de imagen EXPEED 4A, con doble motor, y prescinde de filtro de paso bajo para ganar en nitidez.
Sin embargo encontramos varios pecados graves en esta Nikon 1 S2, que parece sacada de un catálogo de lo mejor de lo mejor… de 2011. Y es que los japoneses se han olvidado de que a día de hoy hay dos cosas a las que ya no se puede renunciar en las cámaras de fotos: las pantallas táctiles y la conexión WiFi.
La pantalla tiene tres pulgadas de diagonal y 460.000 puntos de resolución, una cifra bastante discreta en comparación con otros modelos en el mercado hace tiempo. La única interacción posible con ella es a través de los botones físicos. Como hemos dicho no es táctil, y tampoco puede moverse para facilitar la toma.
Ni rastro tampoco de conexión inalámbrica, así que nos despedimos de controlar la cámara con el smartphone o la tableta o pasar las fotos a un ordenador o redes sociales sin tener que usar un cable o sacar la tarjeta. Esta se adapta un poco a los tiempo y reduce su tamaño. Usa una microSD, la misma que encontramos en los smartphones.
Si que cuenta con un extra que no suele aparecer en esta gama de cámaras, el flash integrado, del que se suele prescindir en las mirrorless para ahorrar espacio. Sale de dentro de la carcasa, cuenta con siete modos diferentes y puede utilizarse para compensar la exposición.
La cámara llegará a las tiendas previsiblemente el mes que viene. Los precios no se han confirmado oficialmente, pero rondarán los 450 euros si nos decidimos por adquirir sólo el cuerpo de la cámara y unos 700 si la compramos junto a un objetivo zoom NIKKOR 11-27.5mm f/3.5-5.6.
