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El escándalo de la SGAE y de la gestión de Teddy Bautista no dejó indiferente a nadie el pasado 1 de julio de 2011, cuando la policí­a detuvo al entonces directivo y a ocho personas más que formaban parte de la cúpula de la Sociedad General de Autores y Editores. El caso es que unos cuantos meses después, el bochorno todaví­a no ha cesado. En esta ocasión, El Paí­s ha dado a conocer los primeros datos que se desprenden de una auditorí­a realizada por la empresa Ernst and Young. La misma que revela algunas informaciones escalofriantes sobre las presuntas desviaciones presupostarias y el descontrol generalizado a la hora de adquirir bienes o realizar obras. Nos referimos lógicamente, al proyecto Arteria que contemplaba la compra de distintos teatros para la creación de una red de espacios que por supuesto, previamente, tendrí­an que ser rehabilitados. Pero, ¿qué hay sobre los juegos y triquiñuelas llevadas a cabo por parte de Bautista y de su red de colaboradores?

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Sabí­amos que la gestión de Teddy Bautista habí­a sido un auténtico camino para la desfachatez y el lucro indiscriminado. También sabí­amos que al cantante de Jesucristo Superstar se le habí­a ocurrido pedir una indemnización a la SGAE por haber sido insigne presidente de la entidad. Y lo cierto es que ya no esperábamos nada más. La convulsa actualidad, sin embargo, nos regala un nuevo episodio de historias para no dormir con Teddy. Y es que según cuenta El Paí­s, la auditorí­a del proyecto Arteria pone de manifiesto la actitud despótica de Bautista, puesto que los informes dicen que prácticamente tení­a un poder sin lí­mites dentro del organismo. Según este medio, Bautista incluso habrí­a podido comprar inmuebles sin el consentimiento del resto de directivos de la SGAE, lo que se materializarí­a en una supuesta actividad basada en socios de confianza que actuaban a través de un clientelismo apestoso. Estas son las hipótesis del informe, desveladas por El Paí­s.

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Según explica este periódico, Eduardo Bautista habrí­a adjudicado algunos proyectos a arquitectos de confianza y a empresas muy concretas, cuyos nombres se repetirí­an sin cesar en los informes de ejecución de muchí­simas obras que se estaban llevando a cabo. Ejemplos claros, citados en esta documentación, son la inversión sobre el teatro Al-Andalus de Sevilla (con una desviación de 3,6 millones de euros entre la tasación y el importe final pagado), el Teatro de Bilbao (con un 75% de la inversión concentrado en tres empresas) o el polémico Palacio del Infante Don Luis de Boadilla del Monte (con un coste de 2,7 millones de euros y un millón adjudicado al arquitecto del proyecto), espacio que la SGAE tení­a la firme intención de convertir en su nueva sede a cualquier precio. Otro dato relevante, comunicado a través de El Paí­s, muestra que algunos arquitectos y empresas de confianza de Teddy Bautista habrí­an trabajado en la ampliación de la vivienda privada del propio exdirectivo de la SGAE, cosa que de ser cierta, pondrí­a de relieve la escasa responsabilidad y baja moral del que en su momento dirigió el cotarro en la Sociedad General de Autores y Editores.

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