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Cuando a principios de los 2000 las impresoras 3D comenzaron a llegar al mercado doméstico, se presentaron como una verdadera revolución. La posibilidad de poder imprimir en nuestra propia casa cualquier pieza que necesitáramos era algo que nos iba a cambiar radicalmente la vida.

Pero la realidad es que han ido pasando los años y la mayoría de nosotros ni siquiera tenemos una impresora 3D en casa. Tampoco hay impresoras para todo tipo de materiales, ni han cambiado radicalmente el mercado de trabajo. Hoy vamos a hacer un repaso por todas esas promesas que se nos hicieron acerca de este tipo de impresoras y que por mucho que nos empeñemos no terminan de realizarse.

No se han generalizado en cada casa

Los grandes inventos tecnológicos, como Internet o los smartphones, tienen un primer periodo en el que solo llegan a unos pocos pero cuando pasan los años los termina teniendo casi todo el mundo. No ha sido así con las impresoras 3D, que de momento siguen siendo privilegio de unos pocos.

Uno de los motivos es sin duda el precio, que sigue siendo demasiado elevado. Pero otro es tan simple como que gran parte de la población no tiene ningún interés en tener una impresora de este tipo.

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No han cambiado el mercado laboral

En su día se habló mucho de lo que podía suponer la llegada de la impresora 3D a los negocios. Algunos, como las joyerías, harían sus creaciones con una impresora y no de forma artesana. Y esto generaba una preocupación por la posibile pérdida de puestos de trabajo. Pero la realidad es que nada de esto ha ocurrido. Los artesanos siguen haciendo su trabajo a mano, y la impresora 3D apenas se utilizan fuera de la creación industrial. Tampoco ha nacido una enorme cantidad de negocios que se dediquen a imprimirnos artículos en 3D.

No se han diversificado los materiales

La mayoría de las impresoras 3D nos permiten únicamente realizar objetos de plástico. Pero cuando empezaron a llegar algunos estaban completamente convencidos de que en poco tiempo estaría disponible una amplia cantidad de materiales diferentes que nos permitirían fabricar cualquier cosa.

Sin embargo, esto no ha terminado de ocurrir, y la inmensa mayoría de las impresoras que podemos encontrar en el mercado solo imprimen en plástico.

No compensa fabricar un clavo en vez de comprarlo

Cuando se comenzó a hablar de impresoras 3D era uno de los típicos ejemplos que se ponían siempre. Que si de repente necesitabas un clavo ya no sería necesario ir a la ferretería, sino que podrías imprimirlo en tu propia casa. Y sí, poder puedes. Pero entre el precio de los materiales y el tiempo que podemos tardar en diseñar o encontrar el diseño del clavo concreto que necesitemos al final no compensa. Eso de que ya no íbamos a consumir tanto porque podríamos reparar nuestros objetos gracias a la impresora 3D se ha quedado en nada, y la obsolescencia programada y el consumismo a la primera que algo se estropea sigue ahí.

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No es tan fácil diseñar

Hace algunos años muchos creíamos que en poco tiempo todos estaríamos preparados para crear nuestros propios diseños en 3D e imprimirlos posteriormente. Pero la realidad es que a día de hoy esto no es tan fácil. Es cierto que en Internet es fácil encontrar diseños de muchos objetos diferentes para sacarlos con nuestra impresora, pero la realidad es que la mayoría de la gente sigue sin saber cómo diseñar.

No hay un problema con impresiones peligrosas

Terminamos con una predicción que nos alegramos de que no se haya cumplido. Con la llegada de las impresoras 3D muchos alertaban de la posibilidada de que hubiera un mercado negro en el que se imprimieran drogas o armas de fuego. No podemos negar tajantemente que haya ocurrido alguna vez, pero desde luego las drogas o las pistolas impresas no se han convertido en ningún problema social.

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