Seguro que os ha pasado más de una vez. Llega un día en que encontráis un lugar especial, ya sea una recóndita cala en la que pasar un rato agradable, o un restaurante que no es demasiado caro y no es muy conocido y en el que se come genial. El primer arrebato es recomendarlo sin parar, queriendo que otros disfruten, también, de los beneficios que aporta ese lugar que muy pocos conocen. Pero, a la vez, otro pensamiento nos asalta cuando vamos a recomendarlo. ¿Y si, de repente, se corre la voz, resulta que el lugar es, sí, extraordinario y, de repente, deja de serlo? El boca-oreja se extiende como la pólvora y tu lugar solitario y predilecto se convierte en otro más, atiborrado e incómodo.
¿Google Maps o Waze ayudan o empeoran la situación del tráfico?
Pues algo así está ocurriendo con las zonas libres de atascos, rutas no saturadas por el tráfico que, desde que tenemos aplicaciones como Maps o Waze, solemos tomar antes que las habituales. Y se da entonces el fenómeno paradójico de que las zonas que antes no estaban saturadas comienzan a estarlo, zonas además que no están habilitadas para soportar tanto tráfico. Google Maps o Waze nos está convirtiendo en lemmings, dirigiéndonos en masa a lugares que, más tarde o temprano, se verán contagiados del ruido del motor como nunca antes había ocurrido.
Esto no ocurre aún a gran escala en nuestro país pero solo hay que echar un vistazo en ciudades en las que poca gente camina, como Los Ángeles o San Francisco. Barrios residenciales se ven afectados por riadas de coches dirigidos por estas aplicaciones, hacia calles no habilitadas para tales aglomeraciones, convirtiendo la convivencia en un caos, incluso llegando a haber accidentes. Según informa ‘El Confidencial‘ ya hay estudios en marcha que analizan este nuevo fenómeno social, como Jane Macfarlane, directora del Centro de Investigación de Ciudades Inteligentes de la Universidad de Berkeley.
Un problema grave con difícil solución
Según la experta, el principal problema de estas apps es que no tienen en cuenta a los demás y se basan en un pensamiento completamente individualista: yo tengo que ir a un lugar y quiero llegar lo más rápido posible, sin tener en cuenta que otros muchos quieren exactamente lo mismo. Expertos en urbanismo aseguran que, de momento, no tienen una solución factible a tal problema. Además, cada aplicación funciona según la información que recibe de sus usuarios, por lo que una herramienta con poca influencia tendrá una información muy poco fiable de la circulación vial. Por no hablar de que la única información de la que disponen para informarnos del tráfico es la velocidad límite de una calle o el número de carriles que contiene, sin tener en cuenta si un barrio determinado puede soportal tal cantidad de tráfico simultáneamente.
¿Entonces?, ¿Cuál es la solución, dejar de utilizar estas aplicaciones? Los expertos aseguran que lo ideal sería que todas las aplicaciones relacionadas, así como empresas de transporte público o privado compartan todos los datos de los que disponen. Se deberían formar asociaciones público-privadas entre aquellas empresas y las organizaciones de ingeniería de tráfico. De este modo se podría conseguir la información precisa para descongestionar el tráfico de un modo eficiente y seguro.
Vía | Spectrum