Sonos Beam, probamos la barra de sonido compacta

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Cuando hace algo más de un año probamos la Sonos PlayBase nos llevamos una grata sorpresa. La marca americana había conseguido desarrollar un altavoz de graves de buen diámetro pero muy «plano» capaz de caber en ese esbelto aparato: menos de 6 cm de alto. Antes del verano nos convocaron para presentarnos otra novedad, la Sonos Beam que ahora hemos podido probar a fondo. En un volumen aún más compacto, Sonos prometía ofrecer un sonido apenas inferior a su hermana mayor. En la demostración del día de la presentación nos impresionó bastante como para solicitar una prueba completa. La PlayBase medía 72 cm de ancho por 38 de fondo (para poder precisamente actuar como base de un televisor). La Sonos Beam se queda en unos discretos 65 cm de ancho por sólo 10 cm de profundidad (y 6’8 cm de alto). «Discreto» porque pasa desapercibida, y su precio también es notablemente inferior a la Playbase: de sus 800 pasamos a 450 euros. Y ya podemos adelantar que, salvo en salones grandes, con una Sonos Beam se puede ser pero que muy feliz…

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Abriendo la caja

Cuando probamos otros aparatos de sonido o imagen la verdad es que la parte del «unboxing» es mejor que pase desapercibida. Pocos se preocupan de la presentación y se centran en proteger lo mejor posible su dispositivo. Lo cual no es mala cosa, visto cómo tratan algunos transportistas los paquetes por muchos carteles de «Frágil» exhiban. Sonos siempre nos ha parecido que tiene una filosofía diferente, más cercana a Apple sin ir más lejos, de quienes además son vecinos (California). Cuando alguien compra un nuevo móvil le gusta sentirse bien tratado al abrir la caja. Pues cuando uno desembala algún producto de Sonos siente algo parecido…

La caja viene en un doble embalaje, de discreto (y robusto) cartón marrón por fuera. La caja en sí (blanca por supuesto) está en su interior, protegida por espumas. Dentro de ésta está por fin al caja que contiene la Sonos Beam, en cartón más rígido y con protecciones. El dispositivo viene en una funda que podríamos usar después como guardapolvo. Lo acompaña una caja con accesorios, un manual de bienvenida e instrucciones básicas, básicamente «descárguese la aplicación y hablamos». Incluye aparte del cable de alimentación (de más calidad que el habitual) un HDMI y un adaptador HDMI-digital óptico.

Instalación y conexión

Podremos colocar la Sonos Beam donde queramos, pero está pensada para ir delante de un televisor lógicamente. Es decir igual que cualquier «barra de sonido» de las que ya son tan familiares (aunque no todas suenan igual…). Como cualquier altavoz de la familia Sonos se conecta a la red doméstica (Wifi doble banda o Ethernet vía cable) y podrá recibir música por esa vía. Pero una de sus razones de ser es cómo mejora al sonido del televisor: como bien sabemos los actuales televisores planos han ganado en muchas cosas pero el sonido es una asignatura pendiente de la mayoría.

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Como novedad para que eso sea muy fácil, la Sonos Beam lleva un solo conector: HDMI. Aprovechando las propiedades ARC («Audio Return Channel») de la gran mayoría de televisores actuales, basta conectarlo por ahí al televisor. El sonido irá del televisor a la Sonos, y las órdenes del mando a distancia también serán interpretados por ella si así se lo indicamos en la configuración vía App. ¿Y si tenemos un televisor antiguo sin conexión HDMI ARC? Para eso sirve el adaptador que citamos en la caja: sin ARC el televisor tendrá una salida digital óptica. Pues ahí conectaremos el adaptador provisto, a su vez conectado con cable HDMI a la Beam. El audio digital del televisor viajará así a la barra, aunque habrá que precisar en su menú de configuración (del televisor) que esté activo y saque sonido PCM o Dolby Digital (no DTS).

Puesta en marcha y ajustes

Como vemos, muy fácil… pero limitado. La Sonos Beam no dispone de otra entrada que esa HDMI: ni una óptica aparte, ni un jack estéreo analógico, ni una pareja de RCA, ni otro HDMI sin ir más lejos. Si queremos conectar otro dispositivo (físicamente) tendrá que ir al televisor y de éste a la Beam por su HDMI. La ausencia de mando a distancia propio (App aparte) también limita un poco ya que obliga a usar el del televisor aunque estemos escuchando música. Si la instalamos sin televisor…no tendremos ni eso.

Tras la conexión física, llega la instalación «lógica». Ahí la estupenda aplicación Sonos Controller es imprescindible, y aunque existe para Android o iOS, es mejor contar con lo segundo. Solamente con un dispositivo Apple (iPhone o iPad) podremos acceder a la ecualización de sala Sonos: el «Trueplay». Más sobre eso enseguida. Con cualquier móvil y la aplicación podremos seguir las indicaciones para conseguir conectar la Sonos Beam sin problema.

 

Recordamos que la PlayBase se nos resistió un poco vía WiFi (quizás fue por colocarla en una zona con mala cobertura). El caso es que con la Beam todo salió perfectamente a la primera… muy fácil, con el móvil dando instrucciones (sencillas) en la mano eso sí. Aparte de la conexión con el televisor, y reconocer su mando a distancia, se conecta a la WiFi. Y tendremos que dar usuario y contraseña de los servicios de música en línea a los que estemos suscritos: Spotify y Tidal en nuestro caso.

Si ya disponíamos de otros aparatos Sonos en casa, o teníamos la aplicación, esto último ya estaría normalmente activo. Simplemente añadiremos un dispositivo más, y nos preguntará en qué habitación está para darle nombre. A partir de ese punto ya estamos en disposición de empezar a escuchar música.

La sala y su sonido

Como es sabido -o debería- la sala donde se escucha un sistema de sonido tiene una gran influencia en lo que escuchamos. El sonido que llega a nuestros oídos no lo hace sólo directamente de los altavoces, sino que mucha parte son rebotes a paredes u otros objetos presentes. Según las dimensiones de la sala, dónde estén los altavoces y dónde nuestra cabeza, el efecto puede ser más o menos pernicioso. No siempre es posible conseguir una colocación óptima por condicionantes prácticos o estéticos.

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Para compensar esos efectos existen diferentes sistemas de corrección de sala digitales. De forma somera, podemos decir que detectan en qué frecuencias hay resonancias. Es decir, por las dimensiones de la sala y la ubicación del punto de escucha, qué frecuencias se refuerzan exageradamente. Una vez detectadas, se aplica una ecualización «inversa»: si por ejemplo a 60 Hz tenemos una resonancia, el sistema atenuará las notas a esa frecuencia para compensar. El resultado será una respuesta más lineal, sin graves hinchados. El efecto ocurre con las frecuencias bajas. Por arriba, podemos tener reverberación exagerada si hay muchas superficies duras (reflejan agudos) y también es posible corregirlo.

Sonos Trueplay

En el caso de Sonos y su Trueplay, es necesario usar un dispositivo iOS. El motivo es que son los únicos cuyos micrófonos están bien calibrados, o eso es lo que dice Sonos. Pero es cierto que la calibración del micrófono es crucial: será nuestro instrumento de medida de la acústica de la sala. Para activarlo, en la App iremos a ajustes, ajustes de sala y «sintonización de Trueplay». Nos explica en un vídeo cómo se hace, y cuando estamos listos (con silencio ambiente) empezamos. Mientras la Beam va emitiendo tonos de varias frecuencias, tendremos que sujetar el iPad o iPhone con el micrófono en alto. Primero en la zona de escucha, después paseando por la estancia describiendo movimientos arriba y abajo, para «barrer» la zona y detectar resonancias o rebotes indeseados.

Es bastante exigente: tuvimos que repetir alguna vez, y otros sistemas que hemos usado parecen menos exhaustivos. ¿Merece la pena? Sin duda, y creemos que en un sistema como éste, que al ser justo en volumen «tira» de ciertas frecuencias para sonar «grande», más. En algunas habitaciones esas frecuencias pueden coincidir con resonancias propias y emborronar algunos sonidos. Con Trueplay activo la diferencia es bastante evidente a su favor. Es muy sencillo, una vez ajustado, desactivarlo en la App para probarlo. Igual que podemos retocar graves y agudos, o activar o no la «sonoridad» (loudness).

Así es la Sonos Beam

Probamos la Beam en tres ambientes diferentes: un sótano con excelente acústica (nuestra sala de prueba de altavoces y equipos de audio), un salón de acústica optimizada pero relativamente normal (doméstico) y un dormitorio. Antes de entrar en nuestras impresiones sobre su sonido, recordemos un poco cuáles son sus características y prestaciones.

Como comentamos antes es una barra bastante compacta: sólo 65 cm de ancho es la mitad o menos que la mayoría de televisores actuales (de 42 pulgadas para arriba). La construcción es como siempre en Sonos impecable. Blanco (el nuestro) o negro, semimate, con un acabado textil por delante permeable al sonido. Por cierto distinto a la lámina perforada de la PlayBase. Por debajo, una cobertura de goma asegura un perfecto asentamiento sobre el mueble que la pongamos.

La parte superior tiene varios controles táctiles que vendrán muy bien si queremos un control directo de la Beam. Recordemos que no tiene mando a distancia: la app es muy práctica y sirve bien para eso, pero siempre está bien un mando infrarrojo que no haga falta desbloquear. Esos controles táctiles permiten varios comandos, no sólo subir y bajar volumen o parar, también pasar canciones… lo normal. Esa parte superior cuenta con una red de cinco micrófonos: están pensados para cuando lo usemos con dispositivos Alexa (es compatible), y quizás futuras aplicaciones propias (está muy trabajado).

Cinco altavoces

Si en la PlayBase se montó un altavoz de graves grande y plano, en la Play Beam se ha confiado en un sistema más tradicional en este tipo de barras. En total monta cuatro altavoces de rango completo de forma elipsoidal, uno en cada lateral y dos en la parte central. Estos últimos están acompañados por un altavoz de agudos (tweeter) central que refuerza la claridad de diálogos. Además la Play Beam cuenta con tres radiadores pasivos para reforzar los graves sin tener aperturas bass-réflex.

Sonos no declara qué potencia (amplificación) usa en cada altavoz (cinco vías en total). Pero sí que es un sistema totalmente activo, es decir, que cada altavoz cuenta con su propio amplificador dedicado. Esto tiene que ser así para los tres «canales» (izquierda, centro, derecha) pero podría ser que los tres altavoces frontales (dos de rango completo más el tweeter) compartieran amplificación. De hecho así es en muchas otras barras.

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Calidad con música

Nuestras primeras horas las pasamos con la Sonos Beam sola, sin televisor, en el sótano, escuchando música. Dejamos que se «rodara» (siempre viene bien que los altavoces acumulen unas horas) y como música de fondo lo cierto es que no se puede pedir más. Todas las facilidades de uso, como el acceso directo a nuestra música en los servicios en línea o la biblioteca local, funcionaron sin problema. La recepción WiFi es muy buena incluso dos plantas por debajo del router. El perfil de sonido es tirando a cálido, con buen apoyo en medios-graves, aunque sin graves profundos. En el otro extremo y con música de fondo ofrece buena extensión de agudos: suficiente brillo en las voces.

Pero cuando la música tiene más escena y en ésta hay más voces o instrumentos de timbre agudo, se nota que el único tweeter es central y perdemos apertura. No hemos escuchado el nuevo Sonos Play:5 pero el anterior ya era algo mejor con música (también más caro, 580 euros). Y la PlayBase (aún más cara, 800 euros) también es claramente superior, no sólo al ofrecer graves más profundos (no necesita cajón de graves salvo en espacios grandes). Es que además sí tiene tweeter laterales y ofrece un sonido más abierto y tridimensional (sorprende de hecho en ese sentido).

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Cine en casa

El siguiente paso fue el salón, también sin televisor (el sistema de cine usa proyector solamente). En esos más de 30 metros cuadrados nos sorprendió gratamente que la Beam podía ofrecer un sonido muy completo. Hemos probado sistemas «todo en uno» y otros altavoces sin cables en el mismo ambiente y la Beam apunta mejores maneras que algunos con precios superiores… Hicimos pruebas con el equipo de cine, usando la salida óptica del reproductor. Aquí la Sonos se defendió mejor de lo esperado (nuestro sistema habitual es de mucho mayor nivel) y cuando la ayudamos con el cajón de graves residente (conectado al procesador) todavía brilló a mejor altura. Los diálogos se mantenían anclados en la zona frontal y tenían claridad: la carencia detectada en cuanto a sonidos agudos procedentes de los laterales era menos evidente en este caso. Metidos en la acción visual, no se aprecia tanto.

Con la Sonos Beam en el salón, sonorizando el sistema de cine con proyector, empezó a ser evidente que ése es su ambiente. Una pareja de Sonos One de acompañamiento, que como sabemos es algo muy sencillo de configurar a través de la App, y ya sería un equipo de cine en casa muy decente. Le faltaría un cajón de graves: Sonos tiene el suyo pero nos parece un precio muy alto (800 euros) por disponer de la libertad de ponerlo donde queramos (va sin cables claro). Lo malo es que no hay donde conectar uno alternativo porque la Beam ni tiene más entradas ni más salidas que ese HDMI…

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En su ambiente

La prueba final, después de tenerlo en el salón (algo grande para ella), fue llevar la Sonos Beam al dormitorio. Allí tenemos un televisor de buen tamaño (46 pulgadas) para ver series, lo que sería equivalente a un salón compacto. Al conectarlo al televisor vía HDMI y reconocer el mando a distancia, la Beam está realmente en su «salsa». La integración con el televisor es sencillamente perfecta. Si no fuera porque la tienes puesta delante, se te olvida que la Sonos está ahí. Cuando lo enciendes o cambias de fuente, la Beam recibe siempre el sonido al instante. Y, huelga decirlo, el sonido cambia mucho a mejor, incluso en esos 15 metros cuadrados.

El ajuste Trueplay nos pareció eficaz pero algo sutil en las otras estancias. Aquí no: cuando el espacio es más justo (y es más fácil estropear el sonido) es muy importante. Era muy evidente, al desactivarlo, cómo las voces perdían claridad al reforzarse algunas frecuencias graves y medianas. La música se volvía más «pesada» y menos transparente también. Desde luego conviene buscarse un amigo con un dispositivo iOS para poder hacer el ajuste Trueplay. Sólo hace falta hacerlo una vez, después podemos activarlo o no pero no se vuelve a necesitar el iPhone. Sonando a niveles moderados por la mañana, más alegre a mediodía o por la tarde con música, y también animando las series por la noche, la Beam se convierte enseguida en un miembro imprescindible de la familia. La facilidad que ofrece el sistema Sonos para escuchar nuestra radio favorita, la música elegida, o la tele, debería ser la norma.

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Conclusiones

Hemos convivido con la Sonos Beam una buena temporada y la echaremos de menos. Incluso si, como en nuestro caso, no se dispone de otros altavoces o sistemas Sonos, merece la pena. Si además resulta que ya disponemos de algún altavoz Sonos, entonces la decisión es obvia. Porque con la misma aplicación podremos controlar más de una unidad o habitación. No lo comentamos pero la compatibilidad AirPlay2 funciona desde que se actualizó el sistema. Fue tras el lanzamiento de la Beam (julio) y dependía de que Apple pusiera en marcha su estándar. Aquí la ventaja es que si tenemos otros Sonos podremos conectarlos y compartir música, o hacerlo vía iOS. Podemos hacer sonar lo mismo en varios lugares, o enviar diferente música a otras tantas habitaciones.

¿Cómo se sitúa en el mercado? Frente a otras barras de precios similares, la Sonos Beam tiene varias ventajas. Ofrece mejor estética, más funcionalidades inteligentes y un buen equilibrio de frecuencias. Un sonido que llena perfectamente desde una habitación de 10-12 metros hasta un salón de 20-25. Para más que eso, recomendaríamos una PlayBase antes que añadir un cajón de graves a la Beam. Con el ajuste Trueplay (por desgracia sólo disponible con iOS) la diferencia es todavía mayor. Pocas barras sonarán como la Beam gracias a ese ajuste. Sería estupendo que tuviera alguna otra entrada, incluso una salida para cajón de graves, Porque lo agradece, pero el suyo (Sonos) se dispara demasiado de precio. También un mando a distancia básico sería bienvenido.

Solamente nos ha faltado probar su integración con Alexa, algo con lo que Sonos se está ganando muy buena reputación. Pero con el buen sabor de boca que nos deja, y por su precio de 450 euros, la recomendación es claramente merecida.

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Sonos Beam

Tipo Barra de sonido con 3 ví­as activas
Conexiones WiFi, Ethernet, HDMI ARC (audio digital óptico con adaptador incluido)
Controles directos Pista adelante/atrás/pausa, Volumen. Reconoce mando a distancia IR del televisor.
Aplicación Sonos Controller (instalación, configuración, control) para iOS o Android.
Altavoces internos Full range (4), agudos (1)
Formatos de sonido reconocidos Dolby Digital o PCM (HDMI). MP3, AAC, AIFF, Flac, WAV, WMA, Ogg (WiFi). Compatible Alexa y AirPlay2.
Amplificación 5 canales Clase D
Colores Blanco o Negro semisatinados
Dimensiones 651 x 100 x 68 milí­metros (an x pr x al)
Peso 2.800 gramos
Fecha de lanzamiento Disponible
Precio 450 euros

Sonos BEAM

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