Los efectos en el cerebro de vivir en el espacio

De pequeños, muchos tení­an el sueño de ser astronautas. Es una profesión popular y bella, por inaccesible, cierto. Pero los años y la vida confirman que ser astronauta es muy pero que muy complicado. Y aunque para muchos puede parecer apasionante, no todo son ventajas. Ni mucho menos.

Los astronautas que viajan allá fuera también sufren las consecuencias de someter su cuerpo a una atmósfera que poco tiene que ver con el entorno para el que estamos preparados. No, vivir en el espacio no es lo mismo que hacerlo en la Tierra.

Hoy sabemos, gracias a dos astronautas llamados Scott Kelly y Peggy Whitson, que los viajes espaciales de larga duración tienen consecuencias devastadoras para el cuerpo humano. Ahora un estudio llevado a cabo por la neurorradióloga Donna Roberts termina de confirmarlo.

Una de las primeras consecuencias de salir al espacio es la pérdida de visión. La agudeza visual de los humanos puede verse seriamente degradada. Incluso después de haber llevado a cabo un viaje corto. El problema está en que esta consecuencia va mucho más allá del propio vuelo. Es muy difí­cil de recuperar.

Y esto tiene que ver con la presión intracraneal. Los cambios de presión entre el cerebro y el lí­quido espinal que causa la ingravidez tienen serios efectos sobre la vista. Aunque no todos los astronautas tienen que padecer las mismas consecuencias.

Los efectos en el cerebro de vivir en el espacio

Viajar al espacio puede tener efectos fatales en el cerebro

Hace bastante tiempo, aparecí­a en los medios una oferta de trabajo de la NASA un tanto curiosa. Se buscaban personas dispuestas a pasar 90 dí­as en la cama. Lo que perseguí­an los cientí­ficos, en este caso Roberts, era estudiar los efectos de la microgravedad en el cerebro humano.

Las cabezas de los participantes se inclinaron ligeramente hacia abajo. Cuanto más tiempo estuvieron en esa posición, más presión se acumuló en la parte superior del cerebro. Además, el espacio entre la parte superior del cráneo y el cerebro disminuyó. Para saber si a los astronautas también les pasaba lo mismo, Roberts comparó las imágenes de distintos astronautas, participantes en vuelos de duraciones variadas: desde un par de semanas a algunos meses.

Al 94% de los astronautas que habí­an participado en vuelos de larga duración habí­an sufrido este mismo efecto. El mismo que hace que se estreche el surco central, el área de la parte superior del cerebro que separa los lóbulos frontal y parietal. Los que se encargan de controlar la función ejecutiva y el cuerpo. De ahí­ que sea tan preocupante que se produzca esta deformación.

La única solución para esta dolencia es la de realizar una punción lumbar y extraer lí­quido espinal, que es el que causa que se acumule presión en el cerebro. A partir de ahora, Roberts también se dedicará a estudiar los efectos del aumento de ingesta de dióxido de carbono en los astronautas.

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