Todos nos lo imaginamos. Estar en la cárcel debe ser un verdadero infierno, así que a los prisioneros no les queda otra que agudizar el ingenio. Y esto es lo que hicieron estos dos presos de Ohio.
Si te imaginas a los prisioneros limando los barrotes como en las películas es que estás muy desactualizado. Los presos de los que hoy queremos hablarte viven, como tú y como yo, en la era de la informática. Así que lo que hicieron fue robar unos ordenadores viejos y restaurarlos. Para que luego digan que en la cárcel no se aprende nada.
Pero dejemos las bromas aparte. Los protagonistas de esta historia se llaman Adam Johnston y Scot Spriggs. Están recluidos en una cárcel de Ohio. La misma en la que cometieron la tropelía de robar un par de ordenadores.
Eran, en principio, ordenadores viejos, destinados a la destrucción y al reciclaje. Es lo que suele ocurrir con los equipos que se apartan de las administraciones públicas.
El caso es que, no sabemos si por vocación ecologista o por otra cosa, los presos robaron los ordenadores. Los ocultaron de los funcionarios escondiéndolos en el techo de sus celdas.
Roban ordenadores viejos y los usan para cometer delitos
Después de haber robado los equipos y recuperarlos, los pusieron en funcionamiento. Y parece que no tenían ningún otro problema, más allá de que se trataban de ordenadores viejos.
El caso es que, ni cortos ni perezosos, Adam y Scott se conectaron a la red del Departamento de Rehabilitación y Corrección de Ohio. Mediante suplantación de identidad, también consiguieron crear tarjetas de acceso para áreas restringidas.
Pero, ¿qué más hicieron? Como no podía ser de otra forma, los prisioneros se conectaron a Internet para realizar todo tipo de búsquedas. Así, indagaron acerca de cómo elaborar drogas caseras. Buscaron información sobre materiales plásticos e incluso acerca de cómo confeccionar explosivos. Buscaron pornografía.
También quisieron ilustrarse acerca del funcionamiento y falsificación de tarjetas de crédito. Ya que estaban, había que aprovechar la conexión.
Pero hubo más. Y fue en este punto cuándo pillaron a los dos presos con las manos en la masa. Al acceder a los ordenadores, los presos se encontraron con los datos de inicio de sesión de un funcionario, así que Adam Johnston no dudó ni un segundo en usarlos para acceder a todo tipo de sitios.
El preso usó los datos del funcionario para cometer todo tipo de tropelías. De ahí que se lo acuse de suplantación. Usando el código de otro preso solicitó cinco tarjetas de crédito y débito al nombre de ese recluso. Envío mensajes a otros presos e incluso contactó con su madre.
¿Cómo los descubrieron?
En realidad no fue tan difícil. Porque lo cierto es que los presos no habían tenido mucho cuidado a la hora de usar las máquinas. Sin embargo, cometieron demasiadas tropelías. Una de las más importantes, claro está, fue la suplantación de identidad.
Según ha contado la BBC, por lo que en realidad pillaron a estos pícaros fue por haber excedido la limitación de uso que se impone a las cuentas de usuario. El mismo funcionario al que habían robado las credenciales de inicio de sesión. Claro, ellos tenían todo el tiempo del mundo.
Pero también se conectaban los días en los que esa persona libraba, así que las autoridades enseguida sospecharon de que algo estaba pasando. La gota que colmó el vaso fue el intento del preso de saltarse el servidor proxy de la prisión para acceder a sitios de intercambio de archivos.
Todas estas pistas condujeron a los funcionarios penitenciarios a intentar localizar en qué lugar podían estar almacenadas las máquinas. También buscaban un cable Ethernet. El mismo que proporcionaba conectividad a los presidiarios.
Ahora el problema está, según parece, en la manera en que los funcionarios de esta prisión han informado del caso. Parece ser que todo esto ocurrió en 2015, pero que hasta ahora no han informado de lo que pasó a las autoridades competentes.
Según los investigadores, los funcionarios tardaron demasiado en advertirles de lo que había ocurrido. Por si esto fuera poco, sacaron los ordenadores y otras cosas encontradas en las celdas antes de que pudieran ser examinadas por las autoridades competentes.