¿De qué están hechas las emociones?

Se llama Lisa Feldman Barrett y es una especialista en emociones. Neurocientí­fica de la Universidad de Northeastern, es autora de How Emotions Are Made o De qué están hechas las emociones, en su traducción literal al español. Quiere ayudarnos a comprender cómo construimos nuestras emociones.

Trata de dar una vuelta a todo lo que hasta ahora se ha dicho sobre las emociones. Por ejemplo, una de las cuestiones que viene a contradecir la autora tiene que ver con los estereotipos de los rostros.

Para ella, la sonrisa asociada a una emoción de alegrí­a o las muecas que ponemos cuando teóricamente estamos tristes no son siempre construcciones fijas. Dice, por lo contrario, que nuestro cerebro las aprende y las elabora a lo largo del tiempo y de nuestra experiencia vital.

Dice que muchas personas confunden las emociones cuando se les pide que las identifiquen a través de un rostro. Y hablamos de emociones tan diferentes como la felicidad y la culpa. De esto se deduce que las caras tienen una expresión ambigua cuando se trata de exteriorizar emociones. Las expresiones que hasta ahora se han usado para definir las emociones no son más que estereotipos.

emociones

¿Cómo se construyen las emociones?

Ya sabemos que las emociones no tienen un aspecto universal, pero… ¿cómo se construyen? Según la profesora, nuestro cerebro siempre está trabajando para tomar las decisiones más correctas. ¿Qué tendré que hacer? ¿Qué voy a obtener? Lo hace poniendo en una balanza la inversión y las recompensas.

De este modo, el cerebro es intenta predecir las sensaciones que tendrá el cuerpo para valorar la cantidad de energí­a que va a gastar.

Las emociones nacen con nosotros. Los bebés pueden sentir miedo, angustia o alegrí­a. Otra cosa son los conceptos emocionales, que son los que nosotros enseñamos a los niños desde bien pequeños.

Así­, pues… qué ocurre con la asociación palabras-emociones. ¿No podemos sentir emociones si no tenemos palabras para definirlas? Para la profesora, esto es bien sencillo. Si bien podemos sentir cosas que todaví­a no han sido descritas con una palabra concreta, es mucho más fácil que las sintamos si escuchamos esa palabra a menudo, la usamos y la manejamos con naturalidad.

De ahí­ que para aprender a gestionar mejor nuestras emociones, sea tan interesante conocer aquellas palabras que las definen. Si bien no podremos cambiar aquello que sentimos con solo pensarlo, identificarlas por sus nombres nos servirá para construir nuevas emociones. Esto ampliará nuestra capacidad para controlarlas y gestionarlas de la manera más acertada.

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