terremoto Málaga

Cuando uno piensa en un terremoto quizá no se imagina como puede llegar a sentirse de minúsculo ante la imparable fuerza de la naturaleza. Vivir uno en primera persona es realmente terrorí­fico, sobre todo si ocurre mientras duermes y a altas horas de la madrugada. Hoy el mar de Alborán ha temblado, registrándose un terremoto de 6,3 grados de magnitud en la escala abierta de Richter. Según el Instituto Nacional Geográfico, Málaga ha sido una de las ciudades en las que más se ha notado, a pesar de que el epicentro se encontraba a 162 kilómetros.

Eran sobre las 5:22 y aún andaba profundamente dormida. De repente la sacudida de la cama ha sido tal que, aún algo abrumada por el efecto Morfeo, en lo primero que piensas es que alguien ha entrado en casa. Esos segundos de inconsciencia que separan el sueño de la realidad, en los que temes no poder reaccionar a tiempo, son decisivos. Pienso que los desastres mayores siempre ocurren mientras duermes y, aunque positivamente estoy escribiendo este artí­culo y no ha ocurrido nada en esta parte del mundo, el terremoto aún me hace temblar, ahora de miedo.

terremoto Málaga

Cuando me he establecido en la realidad me he puesto en pie sin pensarlo y, puesto que ya habí­a vivido otros terremotos anteriormente, no de tal intensidad, he podido balbucear con verdadero pánico, «un terremoto, un terremoto y este va a ser fuerte». Ya se notaba, el crujido que acompaña al movimiento (literalmente como si la tierra se partiera en dos) era el ruido más ensordecedor que jamás habí­a escuchado. Testimonios de Japón o los recientes de Nepal describen el mismo sonido. No se si es el ruido o la fuerza contra la que no puedes luchar lo que da más miedo.

El crujido que acompaña al movimiento (literalmente como si la tierra se partiera en dos) era el ruido más ensordecedor que jamás habí­a escuchado.

Todo ocurre tan rápido, y supongo que será el instinto de supervivencia lo que te hace intentar escapar. Pese a las recomendaciones de no salir del edificio (y menos si vives en un sexto piso), yo, mientras veí­a como todo se moví­a a mi alrededor (lámparas, muebles, yo misma sobre el suelo…) he echado a correr por las escaleras sin nada más que mi í­mpetu por huir. No se qué habrí­a ocurrido si llega a durar algo más, unos segundos más y quizá hubiera presenciado lo que hace casi un año vivieron en primera persona los nepalí­es, con más de 8.000 muertos. Quizá el edificio me habrí­a tragado, lo cierto es que cuando por fin ha parado habí­a conseguido con esfuerzo y pavor llegar al segundo piso. Los ladridos de los perros y los comentarios de los vecinos en el interior de sus casas me confirmaban lo que sospechaba: no habí­a sido una pesadilla.

Ya de vuelta a casa, aún sin conservar la calma del todo, percibes la fragilidad de la vida. Todo sigue en el mismo sitio, no ha habido destrozos, aunque aún me va a costar unos cuantos dí­as poder volver a dormir decentemente. Pensar quien eres cuando la naturaleza habla te dice muy bien cuál es tu verdadera identidad. Sólo somos como una mota de polvo en mitad de una inmensa corriente cósmica.

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