ascensor

En los lí­mites de la ciencia y la pseudociencia (o fantasí­a supuestamente cientí­fica), escuché hace ya bastantes años hablar de que, con su historia, el ser humano ya habí­a alcanzado el nivel de «experiencias» necesario para, con las mismas, ser capaz de extrapolaa el futuro. Es decir, que sí­ fuera posible recopilar hasta el más mí­nimo detalle de todo lo hecho por todos y cada uno de los seres humanos desde, según me contaba mi interlocutor, la civilización sumeria, serí­a suficiente. Con un sistema complejo, capaz de procesar adecuadamente esos datos y realizar proyecciones a partir de los mismos, serí­a posible saber quién será el presidente de Estados Unidos el año 2030 o qué cenarás el primer jueves del próximo octubre. Y aunque llevado a ese punto en el que damos por muertos y enterrados el libre albedrí­o y la casualidad es, al menos de momento, excesivo, lo cierto es que la predicción se ha convertido en un campo de investigación que cada vez acapara más interés. La última prueba de ello es que Microsoft ha diseñado un ascensor que predice a qué piso vas. Y, si para ser capaz de predecir el comportamiento global de la humanidad hacen falta unos 8.000 años de historia, para saber a qué piso vas en cada momento serí­a suficiente con tres meses.

Así­ es como, según una entrevista a Peter Lee, principal responsable de Microsoft Research en Bloomberg, funciona uno de los últimos experimentos salidos de los laboratorios de I+D de la empresa de Redmond, Seattle. Sin disponer de ningún dato previo, el ascensor analiza el comportamiento de los usuarios durante tres meses y, al hablar de comportamiento, no nos referimos sólo a sus desplazamientos, sino también a sus comunicaciones. <así­ si, por ejemplo, el martes quedas con un compañero que trabaja en la tercera planta para ir juntos a almorzar, dos dí­as más tarde el ascensor lo recordará y, sin necesidad de tus indicaciones, te llevará a buscar a tu amigo, en vez de directamente a la calle. O, cabe suponer, si te ve esperando frente a la puerta, con gesto nervioso y una especie de bailoteo difí­cil de explicar, sabrá que tiene que llevarte a los aseos más cercanos.

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Bromas aparte, y aunque el caso concreto de los ascensores pueda no parecer lo más práctico del mundo (¿a quién no le gusta darle al botón?), esta investigación es muy interesante, en tanto que apunta a que la «inteligencia» que ya rebosan nuestros teléfonos móviles, que va ganando espacio en nuestros televisores y que, poco a poco, amenaza con llegar a todos nuestros electrodomésticos, no se conforma con llegar ahí­. El camino es que, cada vez, haya más dispositivos inteligentes y, de esta manera, compensar que los seres humanos somos cada vez más imbéciles dados a dejar las decisiones y acciones en manos de terceros. Y, lo verdaderamente interesante, será cuando el ser humano siga siendo el centro de las acciones, pero que sus acciones no sean, de manera directa, los desencadentantes de las mismas. Imagina, por ejemplo, la integración de sistemas como Google Now! (o un futuro Siri que tome parte de las funciones del sistema de Google) y que, así­, se combinen tus actividades, tus desplazamientos, tu agenda y todos los dispositivos inteligentes que se crucen por el camino. El resultado puede ser sorprendente.

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