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¿Qué pasarí­a si al finalizar su tétrica obra, Frankenstein hubiera amado a su monstruo en lugar de odiarlo? Esto es lo que propone Tim Burton en su última pelí­cula. Todos estábamos deseando verla en su estreno y por fin ha llegado el dí­a. Como siempre ocurre cuando un viernes cae en festivo, las novedades cinematográficas de esta semana se han adelantado al jueves, de manera que desde esta misma tarde tendremos ocasión de disfrutar de Frankenweenie, la nueva producción del prestigioso y mí­tico Tim Burton, autor de Batman (1989), Eduardo Manostijeras (1990), Pesadilla antes de Navidad (1993) o Sleepy Hollow (1999), entre muchas otras obras maestras curtidas desde una óptica peculiar, í­ntima y maravillosa, propia – en definitiva – del complejo mundo Burton.

Frankenweenie es un largo basado en el cortometraje homónimo que hizo el propio Burton en 1984, en el que serí­a uno de sus primeros trabajos como director. El corto tiene una duración de 25 minutos y parodia el clásico de Mary Shelley desde una perspectiva muy animal. Y nunca mejor dicho, porque en ese caso (y en el actual), el ser resucitado no es otro que el perro del protagonista, trágicamente arrollado por un coche.

El remake de la pelí­cula no está hecho al uso. Para la ocasión, Burton se ha empleado a fondo con la técnica del stop motion, utilizada en muchí­simas pelí­culas de animación actuales. El equipo de la pelí­cula ha trabajado de manera intensa, puesto que la cinta corre a 24 fotogramas por segundo. Esto significa que cada uno de los personajes, minuciosamente creado en formato marioneta, tiene que ser captado en 24 posiciones distintas para rodar cada segundo de acción. Como puedes imaginar, se trata de un trabajo de larga duración para el que Burton ha seleccionado a los mejores equipos profesionales. Las razones por las que el director ha elegido esta técnica parecen obvias. Se trata, en definitiva, de un método puramente artesanal con unos resultados tan efectivos como efectistas, puesto que parece – si te fijas bien – que puedes tocar, acariciar y apretar a los personajes como si fueran reales. La factura de la pelí­cula, en este sentido, es francamente estupenda e impecable.

Todos los caracteres han sido dibujados por el propio Burton, inspirado en personajes reales: en personas que alguna vez conoció y que de una forma u otra ya han pasado a formar parte de ese universo tétrico y romántico por el que Burton siempre ha sentido más que querencia. No hay que olvidar sus clásicos más trascendentales: Eduardo Manostijeras, La Novia Cadáver y hasta su propuesta poética La melancólica muerte de Chico Ostra (1997), ese desfile de personajes, raros y deslenguados, que los más fanáticos de este genio tienen en su colección de esenciales. Con Frankenweenie no se pierde el hilo, no se rompen moldes.

http://www.youtube.com/watch?v=ORd2A_k85KA

Amar al monstruo, comunicar con el corazón, emocionar y viajar más allá de los clásicos preceptos constituye una buena dosis de adrenalina o un genial inhibidor de esta cruda realidad que nos toca transitar. Una propuesta emocionante para un fin de semana largo y lluvioso. Que la disfrutes.

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