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Cuando la multinacional Sony lanzó el CDP-101 en octubre de 1982, muchos tuvieron la intuición de que el mundo de la música nunca volverí­a a ser el mismo. Era el primer reproductor de discos CD de la historia, y vení­a a romper el dominio ejercido durante casi cien años por el formato de mayor calidad sonora hasta el momento, el disco LP. Billy Joel, con su “52nd Street” fue el músico a quien se concedió el honor de vender el primer CD comercial de la historia, pero no despertó demasiado entusiasmo. Se habí­an vendido muy pocos reproductores, y un solo disco no justificaba una inversión equivalente a unos mil euros actuales. Apenas tres años después los Dire Straits llegaron para romper el mercado, y lograron disparar las ventas de discos y de reproductores. Su álbum “Brothers in Arms” fue el primero de la historia en vender más de un millón de copias en CD.

Era el inicio de la era digital. Pero la música de consumo analógica habí­a durado desde los tiempos del fonógrafo de Edison, allá por 1877. Al principio se empleaban cilindros de cera, pero, a comienzos del siglo XX, Emile Berliner fundó la que con el tiempo se convertirí­a en la Deutsche Grammophon. Querí­a vender un soporte en el que llevaba trabajando un tiempo: discos planos y redondos reproducidos con agujas en giradiscos. Los primeros reproductores eran estrictamente mecánicos, con brazos y agujas muy pesados que destruí­an los discos de pizarra y de otros materiales en pocas lecturas, y producí­an un sonido deficiente y limitado procedente de una bocina con forma de embudo conectada directamente al brazo de la aguja. La alta fidelidad no se populariza hasta después de la Segunda Guerra Mundial, y el estéreo, que se empezó a experimentar en la década de los 30 del siglo pasado, no se populariza hasta mediados de los 50.

sony walkman

El disco fonográfico, en sus diversas versiones, materiales, tamaños, formatos y velocidades, nunca fue el auténtico rey de la música. Ese tí­tulo queda reservado a la cinta de casete. Desde inicios de los 70 hasta casi finales de los 90 del siglo XX, se convirtió en el soporte más vendido en grabaciones comerciales, y el empleado mayoritariamente para copias privadas domésticas, incluso cuando ya existí­an otros formatos de grabación digital. La cinta de casete era ligera, pequeña y muy durable. Nadie podí­a ir por la calle escuchando música en un tocadiscos, y mucho menos usarlo en un coche movimiento. Con la cinta de casete tení­as tu propia música en el automóvil para viajes cortos y largos, y en todas las gasolineras vendí­an los últimos éxitos. La llegada del primer walkman, el TPS-L2 de Sony en 1979 fue la coronación definitiva del casete. Podí­as escuchar música en la calle, caminando o corriendo, en un aparatito pequeño que se colgaba del cinturón. Ninguno de los formatos digitales competidores como el CD-R, el MiniDisc, el DCC o el DAT pudieron con el casete. Sólo la llegada de la música sin soporte fí­sico le ha dado la puntilla.

Hoy la grabación de música ya no es analógica, sino digital. Eso posibilita nuevos sistemas de almacenamiento y de reproducción. La música digital no necesita soportes grandes. Se esconde en cantidades ingentes en ordenadores, en discos duros, en reproductores MP3 y, sobre todo, en teléfonos móviles. Ya no vamos a una tienda para comprar música en soporte fí­sico. Nos conectamos a Internet para adquirla o descargarla. En la calle la llevamos en dispositivos pequeños como los teléfonos móviles que además hacen otras funciones, y en casa también la utilizamos para nuestro disfrute.

Hemos renunciado a los tocadiscos, al CD y al casete, en favor de máquinas que reproducen audio desde la red doméstica como el lector de audio en red DNP-720AE de Denon. Estamos acostumbrados a llegar a casa escuchando música en el teléfono móvil, y una vez allí­ lo conectamos fí­sicamente por Bluetooth a unos altavoces especí­ficos como el PDX-11 de Yamaha. El mercado está plagado de altavoces para iPod. Nuestros amplificadores incluyen una entrada USB para reproducir música desde llaves de memoria. Pero lo más interesante que nos ha traí­do la revolución digital es la posibilidad de gestionar toda la música repartida por la casa de forma centralizada. Los modernos sistemas multihabitación, como los de Sonos, permiten crear listas de reproducción, trabajar con las de los amigos, escuchar la misma canción en toda la casa o melodí­as distintas en cada habitación, y reproducir música y emisoras de radio por Internet. Todo ello desde la pantalla del teléfono móvil o de la tableta.

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