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Para ofrecer contenidos en tres dimensiones, la industria del entretenimiento ha confiado tradicionalmente en las gafas. En primer lugar, es la tecnologí­a más sencilla de producir en masa, pero por otro lado, permite controlar el acceso a la tecnologí­a, sobre todo en los espectáculos públicos. Te entregan las gafas con la entrada, y quien no paga se queda sin ver nada. Desde su surgimiento hace un buen montón de décadas, el cine en tres dimensiones ha pasado por diversas tecnologí­as, y eso ha hecho que en estos momentos coincidan tres modelos de gafas 3D.

El modelo más tradicional es el de las gafas bicolores, que también reciben el nombre de anaglifos. Se caracterizan por tener un cristal de cada color, que por regla general han sido siempre rojo y verde, por sencillez de fabricación. En realidad hubiera bastado con que los colores fueran opuestos dentro de la rueda cromática, por ejemplo amarillo y morado o azul y naranja. Con estas gafas cada ojo filtra la imagen que le corresponde, y con la suma de ambas imágenes se construye la imagen tridimensional en el cerebro.

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En estos momentos, el cine utiliza gafas polarizadas. En la sala de cine se emiten dos imágenes distintas, cada una de ellas con una polarización diferente. Cada ojo recibe únicamente la imagen que está polarizada en la misma dirección que el cristal óptico que tiene delante, la otra imagen está polarizada en otra dirección y no puede atravesar el cristal, y en consecuencia no llega al ojo. De esa manera cada ojo recibe una imagen diferente y de nuevo el cerebro construye una imagen en tres dimensiones.

Por fin, los fabricantes se han decantado por el modelo de gafas activas 3D,  o de obturación, compuestas por cristal lcd. Vistos los inconvenientes de los sistemas anteriores, es el más sencillo y el más cómodo, aunque tiene los inconvenientes de tener que llevar gafas. El televisor dispara dos tipos de imágenes, destinadas sucesivamente al ojo izquierdo y al ojo derecho. Cuando el televisor enví­a la señal del ojo izquierdo, simultáneamente está enviando una señal que indica que el cristal correspondiente debe estar en modo abierto o claro y el opuesto cerrado. Para la señal del ojo izquierdo, el cristal del ojo izquierdo estará transparente mientras que el del ojo derecho estará obscuro y opaco. De esta manera, cada ojo va recibiendo la señal que le corresponde. Ese cambio de un ojo a otro es rapidí­simo, y el cerebro no se da cuenta de que hay una alternancia entre uno y otro ojo. Cree que reciben la imagen simultáneamente, y en consecuencia crear un universo en tres dimensiones.

El problema de las gafas de obturación es su precio, cercano a los 100 euros más otros 100 del emisor si el televisor no lo tiene, como es el caso de los televisores 3D Ready. Por contra, las gafas polarizadas que se utilizan en los cines se fabrican por apenas un par de euros.

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