La película en 3D «Avatar» de James Cameron ha supuesto el rescate de una tecnología que, tras una breve y poco exitosa andadura en los años 90, había caído en el olvido. Su récord de recaudación en taquilla y en descargas ha traído como consecuencia previsible que los ejecutivos de Hollywood se lancen a anunciar a bombo y platillo el estreno de nuevos films 3D, como el reciente remake de «Furia de Titanes«. Sin embargo, un gran número de dichas películas no han sido rodadas en formato tridimensional.
Existe un proceso que los profesionales del medio denominan «dimensionalización» y que consiste, como su nombre indica, en transformar una película tradicional en 3D. Por supuesto, la calidad entre un producto y otro no tiene comparación.
Es el caso de la mencionada «Furia de Titanes», con Sam Worthington, protagonista también de «Avatar«. Se rodó como una película normal y corriente antes de someterse al proceso de conversión informática. La esperada «Alicia en el País de las Maravillas» de Tim Burton, aún por debutar en la gran pantalla, constituye otro ejemplo. El programa se aplica al largometraje de manera uniforme, sin distinguir entre secuencias. Hay otras formas de hacerlo, como tratarlo plano a plano. Pero el coste entonces es mayor y, por tanto, el porcentaje de beneficios de las codiciosas productoras se ve mermado. El resultado dista de ser satisfactorio. El cineasta catalán Jordi Llompart, autor de la película en 3D Viaje mágico a ífrica, pendiente de estreno, explica que muchas de las técnicas cinematográficas tradicionales no son adecuadas para el nuevo formato. Por ejemplo, las gafas estereoscópicas disminuyen la luz de las pantallas en un 30% y los actuales proyectores carecen de la potencia necesaria para compensarlo. Por otra parte, determinados movimientos de cámaras, como los travelling, sencillamente «no encajan bien«.
Desde varios frentes, formados tanto por blogs de aficionados como por críticos, coinciden en que en «Furia de Titanes» detectan problemas dimensionales y oscuridad, entre otros. Quien mejor ha definido la situación, para disgusto de sus compañeros de industria, ha sido James Cameron, quien afirmó en deadline.com «Si quieres hacer una película en 3D, ruédala en 3D. Este es el típico ejemplo de Hollywood haciendo algo mal«. Hollywood actúa mal sí, pero movida por poderosas razones económicas. Y cuando se trata de ganacias, conceptos como la ética o la honestidad con los espectadores no tienen cabida. La recaudación en taquilla de EE.UU. ha crecido en un diez por ciento en el primer trimestre de 2010 en comparación con 2009. En nuestro país, el precio de las entradas para películas en 3D puede incrementarse hasta en un 50% frente al de films tradicionales.
En resumen, se presentan productos fílmicos 3D que no han sido rodados en dicho formato. El precio no hace distinciones no obstante, así que nos encontramos ante una práctica rayana en el fraude por parte de los estudios hollywoodienses.
Vía: El País