En la teoría, una ciudad es considerada autosuficiente cuando genera más del cien por cien de la energía que consume. Una cifra más que envidiable y de la que muy pocas urbes mundiales pueden presumir teniendo en cuenta el actual ritmo de vida que rige a las sociedades modernas. Pues bien, si cualquier responsable público firmaría sin miramientos estas cifras, qué dirían si su ciudad alcanza un nivel de eficiencia del 3.290 por cierto.
No, la cifra no errónea. La ciudad japonesa de Yanaizu tiene el privilegio de ostentar este alto nivel de autosuficiencia, según se desprende del listado de los lugares más eficientes energéticamente hablando de Japón, realizado por el profesor Hidefumi Kurasada, de la Universidad nipona de Chiba.
Aunque estratosférica, esta cifra es el resultado de la aplicación de un lógico sistema de generación y gasto de energía basado en el aprovechamiento de los recursos naturales, y el uso de técnicas tradicionales. Todo está escrito, pero parece que en los tiempos que corren dejamos de ver lo más obvio.
Por un lado, esta pequeña población (que alcanza escasamente los 35.000 habitantes) saca el mayor provecho de la energía geotermal gracias a su proximidad a una zona de actividad volcánica. Por el otro, aplica métodos de su tradición tecnológica (con una previa actualización a los conocimientos y avances de la actualidad) a la hora de obtener energía, como ocurre con su sistema de molinos de agua, que actúan como pequeñas plantas hidroeléctricas capaces de generar una aceptable potencia energética.
Parece que esta última infraestructura (las centrales hidroeléctricas) resultan ser la clave del resurgir energético autosostenible de Japón, ya que el 70 por ciento de las ciudades que aparecen en la privilegiada lista de Kurasada poseen alguna de esta pequeñas centrales generadoras de electricidad en su término municipal. Tal vez en España ésta no sea la solución (no nadamos en la abundancia acuífera), pero puede servir de gesto de esperanza para seguir apostando por otras energías naturales, como aquellas derivadas del viento y el sol. Y de esto último estamos bien sobrados.
Vía: Tree Hugger