Los hackers (y los que no lo son) acechan por doquier a cualquiera que disponga de un sitio Web mínimamente comprometido. Este es el caso que se presenta en la revista online Wired, en la que un usuario preocupado explica su caso de ciberchantaje. Todo empieza cuando una persona de la antigua Unión Soviética (no especifica el país exacto), le envía un e-mail indicándole que en su web existe un agujero de seguridad. Y que si no le paga la cantidad de 1.000 euros, aireará el asunto por Internet. Aunque la respuesta del especialista de Wired no aclara demasiado qué camino tomar, quizás nos proporcione algunas claves para afrontar una situación parecida.
Como en cualquier chantaje, pagar la cantidad que el verdugo nos solicita no garantiza la resolución del conflicto y puede que al cabo de unos meses, tengamos una legión de farsantes dispuestos a arruinarnos. De hecho, según el FBI, se ha demostrado que la mayoría de amenazas provienen de personas que no tienen ni la más remota idea de agujeros de seguridad o de informática con este nivel. Es por eso que unas de las recomendaciones es hacer caso omiso al chantaje y muy probablemente, no pase nada en nuestro sitio Web. Los que quieran probar esta suerte tienen el siguiente dato a su favor: según un estudio de la Universidad Carnegie Mellon, sólo un 18% de las amenazas llegan a consumarse como cibercrimen.
Otras opciones menos recomendables pasan por una auditoría de seguridad. Este es no es un proceso nada sencillo ni barato, que puede hacernos perder mucho más dinero que el que pide el chantajista. Pero de esta forma nos aseguramos de si realmente existe o no algún agujero de seguridad. Pero acudiendo a profesionales, no a chantajistas.
En última instancia nos queda acudir a la policía. Aunque otros delitos les ocupan la mayor parte del tiempo, en España existe, dentro de la Guardia Civil, una brigada que se encarga de los delitos telemáticos. Es posible que no logren atrapar al chantajista. Aunque, de vez en cuando, suena la flauta y logran desenmascarar a algunos delincuentes.
Foto de cabecera: Riderslight Vía: Wired