Quién no ha sentido un pequeño escalofrío al entrar en una habitación y encontrarse de bruces con un animal disecado. Por ejemplo, con uno de esos enormes toros de lidia que se colocan en bares y restaurantes, de los que dejan a los guiris con la boca abierta. Aunque seguro que los turistas no se impresionarían tanto si se exhibieran estas cabezas de animales robóticos, con un aspecto más agradable e inocente que las de verdad.
Pero cuidado, las criaturas sólo son amistosas si nos colocamos a una distancia prudente. Si por casualidad nos aproximamos más de lo aconsejable a cualquiera de los once bustos que componen esta original colección, su sensor infrarrojo detectará nuestro movimiento. Las fieras abrirán los ojos, rugirán y se volverán más hostiles a medida que nos situemos más cerca. Puede que estén colgadas de la pared, pero defenderán su territorio a muerte.
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Esta singular colección ha sido realizada por la artista francesa France Cadet. Bajo el aparente encanto infantil de su obra se esconde una crítica al maltrato que sufren los animales por parte de los insensibles humanos: experimentación en laboratorios, caza indiscriminada y el hecho de que sean alimentados con el único objetivo de convertirlos en comida y ropa (como cuando dirigimos el imperio de McDonald”™s). En creaciones anteriores como Dog[LAB]01 y Dog[LAB]01 había denunciado los daños físicos y los peligros morales de la clonación.
Además, la idea de que en un futuro tengamos que cazar robots en lugar de animales reales es menos descabellada de lo que parece. Numerosas especies se encuentran actualmente amenazadas o en peligro de extinción. A este paso, las mascotas domésticas pueden ser sutituidas por variantes robóticas, como el gato Yabo o el perro K9. Y el macho español parece ya irrecuperable para la causa.
Vía: Engadget