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Las Sister Sledge, unas supervivientes de la época dorada de la música disco, acaban de ponerle un pleito a su discográfica, la Warner, acusándola de sisarles dinero procedente de las ventas en las tiendas de música en lí­nea. Una de las canciones del grupo, “We are family”, sigue siendo décadas después uno de los temas más escuchados en los servicios en streamig, vendida en las tiendas, y protagonista en todo tipo de pachangas y fiestas. Acusan a la multinacional del disco de utilizar una triquiñuela semántica para pagar menos dinero de lo debido a sus artistas.

En concreto, las cantantes afirman que les corresponderí­a más de un 25% de los derechos de la música vendida en las tiendas en lí­nea, y que la Warner les está pagando muchí­simo menos. Y no son los únicos artistas. La ex mujer de Win Wenders, Ronee Blakely, también cantante pero más conocida por ser la protagonista de «Pesadilla en Elm Street” considera que la Warner deberí­a pagarle al menos el 50% de los derechos en lugar de la magra cantidad que en estos momentos les abona por la música vendida en iTunes o Amazon MP3.

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La discográfica se está amparando presuntamente en dos argucias legales para pagar menos dinero del que les corresponde a sus músicos. La primera de ellas, que considera las ventas de las tiendas en lí­nea como ventas individuales de canciones en lugar de licencias de música. En el primer caso, los músicos tienen derecho a cobrar entre un ocho y un 12%, mientras que el contrato suele fijar entre el 25 y el 50% para las licencias musicales. Aquí­, tienen a la justicia norteamericana a su favor, porque el año pasado un tribunal estadounidense le dio la razón al músico Eminem, reconociendo que la música que se distribuye a través de las plataformas en lí­nea en realidad estaba licenciada, y no era venta como la de los discos fí­sicos.

La segunda triquiñuela, es todaví­a más sangrante. Muchos músicos y autores están acostumbrados a que las discográficas les restan de los derechos una parte correspondiente a discos destruidos, robados, y no vendidos. Y se están encontrando que en sus liquidaciones de derechos digitales también tienen el mismo concepto. Y claro, se les queda la cara a cuadros. ¿Cómo es posible que la discográfica les reste dinero de sus derechos por discos robados, rotos durante el transporte, o no vendidos, cuando estamos hablando de un producto digital, sin soporte fí­sico, que no se puede robar en la tienda, que no sufre daños durante el transporte, y que bajo ningún concepto se devuelve como los discos de las tiendas?

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