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El problema del cine español se extiende como una mancha de aceite en la que no se vislumbra claridad. Por eso en algunos casos, conviene poner los puntos sobre las í­es y dar leña al mono a quien merece recibirla. Y es que por todos es sabido, que el 40% de pelí­culas que se ruedan en nuestro paí­s no se estrenan o tienen menos de 100 espectadores. Y eso que en 2008, se rodó la friolera de 173 pelí­culas gracias a las correspondientes subvenciones públicas, o lo que es lo mismo, el dinero que sale del bolsillo de todos los contribuyentes. Incluido el tuyo.

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Es Dolores Payás, directora de cine, escritora y actriz desde 1983, quien denuncia en el diario El Paí­s el verdadero cáncer de la industria del cine español. Y para muestra un botón. Payás relata su testimonio desde la semilla de un proyecto de autorí­a anónima hasta que el mismo productor es capaz de reventarlo con sus artimañas. El guión en cuestión llegó a las manos de uno de estos productores que unen a su razón profesional la coletilla de «independiente« y que desde el principio se habí­a presentado ante el anónimo autor con los bolsillos vací­os.

Aun así­, o precisamente por eso, la pelí­cula consiguió todas las subvenciones posibles: dos millones de presupuesto, los avances de taquilla y Eurimages, ayudas europeas que sólo se pueden conseguir si otros productores europeos se han unido al proyecto. Y así­ fue. De esta manera, se consiguieron las correspondientes subvenciones de la Generalitat de Catalunya (ya que la pelí­cula se iba a rodar en Barcelona) y un productor local se hizo con el 50% de la pelí­cula bajo contrato. Pero después de esta marabunta de firmas, acuerdos y porcentajes las cosas se torcieron.

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Y es que cuando el dinero no llega a los bolsillos de quienes están trabajando duro por hacer realidad un proyecto, y con eso nos referimos a actores, montadores e incluso autor, lo único que puede salvar a un productor es que suelte de una vez el dinero. Lo que hizo este señor entonces fue llegar a más acuerdos con otro productor, repartiendo nuevos porcentajes sin que nadie supiera muy bien qué es lo que se estaba cociendo. Todo, no hay que olvidarlo, subvenciones públicas mediante.

¿Y el resultado de todo este embrollo? El productor se desentiende de la pelí­cula y abandona el proyecto porque dice que no tiene dinero para estrenar. Aun así­, el equipo logra editar la primera cinta y estrena la pelí­cula en cinco cines de Barcelona. Curiosamente, cada semana uno de ellos recauda la misma cifra en taquilla: es el propio productor quien podrí­a estar comprando las entradas. Y es que sin duda, le sale más rentable que meterse de lleno en la promoción publicitaria de una pelí­cula.

Con esto parece evidente que las ayudas y subvenciones al cine español sirven en muchos casos para alimentar a un buen grupo de vividores dispuestos a aprovecharse del presupuesto estatal. Al mimo tiempo, Dolores Payás anima a aquellos que hayan vivido situaciones similares a denunciar a este tipo de productores que se dedican a trapichear con el dinero de todos los contribuyentes y a amenazar a los pequeños cineastas con un «No volverás a trabajar«.

Fotos de: Vardhana, Paolo Margari y yonolatengo / Ví­a: El Paí­s

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