ramoncin

El Ramoncingate, como muchos lo han llamado, ha llegado a su fin. Hasta que se demuestre lo contrario, claro. A tenor de la rocambolesca dimensión que alcanzó la última rabieta del rey del pollo frito, con cierre del canal que el semanario de humor El Jueves disponí­a en el portar de streaming YouTube incluido, el máximo exponente del soft punk ibérico ha reculado, retirando la demanda de la discordia.

El propio Ramoncí­n declaró que la cosa se fue de madre, y que su intención no era el cese del canal (¿qué querí­a? ¿pelas? ¿no le basta con la gestión de derechos de las ventas de sus discos?), sino la retirada de un par de ví­deos en los que se satirizaba su sempiterna postura al respecto de la descarga de contenidos protegidos en la red. Los ví­deos, claro, se retiraron, y de paso cayeron el resto de piezas que El Jueves tení­a colgados en su sección en el servicio de Google.

Tras habérsele ido de las manos el gazpacho legal que se generó tras la petición de responsabilidades por la ví­a judicial, Ramoncí­n se puso en contacto con la gerencia de la publicación para explicarles que no pretendí­a llegar a esos extremos, solicitando de inmediato la retirada de la denuncia. En cuanto YouTube tuvo conocimiento del cambio de rumbo en las intenciones del cantante, no dudó en volver a la situación inicial. De modo que tras pasar por esta epopeya de 72 horas, todo está como al principio, pero con unos gramos más de mala imagen por parte de Ramoncí­n.

No obstante, y pese al tono jocoso y tabernero demostrado por los momentaneamente damnificados a la conclusión de esta aventura, el caso no está del todo cerrado. Ahora Ramoncí­n reclama, como al principio, la retirada de los ví­deos que iniciaron todo el proceso, aunque lo hace mediante la exigencia verbal en lugar de trasladar el asunto a los tribunales. Claro, es fundamental defender la libertad de expresión… menos cuando se ejerce contra la propia persona.

Foto: Jaume D’Urgell. Ví­a: El Paí­s

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