monitor vs tv por que es mas caro

Es una regla no escrita. En pleno 2019, las principales marcas de televisores ofrecen opciones que no llegan a superar siquiera los 450 euros si hablamos de pantallas por encima de 40 pulgadas, tecnología IPS y resolución 4K. Si hablamos de monitores, la situación es prácticamente la opuesta: la apuesta por un monitor de 37,5 pulgadas, compatible con HDR y resolución 4K puede llevarnos a desembolsar más de 1.000 euros. Los motivos los vemos a continuación.

La miniaturización en tecnología siempre conlleva una devaluación

No hemos descubierto América. Como sucede con la mayoría de industrias tecnológicas, la miniaturización suele conllevar una devaluación en el precio final. Prueba de ello son los smartphones.

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El Samsung Galaxy Note 10 Plus cuenta con una resolución de 3.040 x 1.440 píxeles, lo que nos da un total de 4.377.600 píxeles en una matriz de 6,8 pulgadas.

Fabricar una pantalla de 6,5 pulgadas con resolución Quad HD+ es generalmente más caro que fabricar una pantalla de 24 pulgadas con características similares. El motivo es simple: colocar un determinado número píxeles en una matriz de menor tamaño es mucho más complejo que hacerlo en una matriz de 30 ó 40 pulgadas. El número de píxeles no varía. Sí lo hace la densidad por pulgada.

En televisores y monitores ocurre algo similar, si bien las diferencias son algo menos tangibles al contar con tamaños superiores a los de un teléfono. Basta con revisar el catálogo actual de televisores y monitores para comprobar que la relación precio/tamaño es infinitamente más alta en un monitor.

Input lag: el mayor responsable de la depreciación de las TV

Probablemente el factor que más deprecia el valor de los televisores actuales es el input lag, también conocido como ‘retardo de entrada’. Este término hace referencia al tiempo que tarda el televisor o el monitor en proyectar en pantalla la imagen emitida por una fuente externa, que puede ser un ordenador, una consola o un reproductor multimedia.

A grandes rasgos, un televisor suele partir en 5 milisegundos de respuesta si hablamos de modelos de gama alta. En televisiones de gama baja (en torno a los 300 ó 400 euros), esta cifra puede aumentar hasta los 20 milisegundos.

Echando mano de las cifras de los monitores, la mayoría de opciones de gama baja pueden partir incluso desde 1 milisegundo si hablamos de paneles TN. En paneles IPS de gama baja esta cifra puede rondar los 3 y 5 milisegundos: bastante lejos de lo que pueden llegar a ofrecer los televisores más económicos.

La repercusión en juegos es directa: la experiencia de jugar en monitores es mucho más satisfactoria que hacerlo en una televisión. A fin de cuentas, el retraso a la hora de interactuar con el mando o el teclado y el ratón será mucho menor en un monitor.

La frecuencia de actualización, el otro gran olvidado

60 Hz, 75 Hz, 144 Hz e incluso 240 Hz. En monitores, hablar de estas cifras cuando nos referimos a la frecuencia de actualización es lo normal dentro de gamas orientadas al nicho del gaming. En televisores, lamentablemente, no tanto.

Si bien es cierto que algunos modelos en concreto cuentan con cifras que rozan los 70 Hz e incluso los 120 Hz, la mayoría suelen recurrir a la interpolación de imágenes. Esto atiende a las necesidades de la industria, más que a motivos económicos: a día de hoy prácticamente ninguna producción audiovisual está filmada en semejante cantidad de cuadros por segundo.

Las cifras si hablamos de películas y series rondan los 24 FPS, es decir, 24 Hz. Por contra, la práctica totalidad de juegos es compatible con tasas de 60 Hz, 120 Hz o incluso 240 Hz. A esto se le suma la implementación de diferentes tecnologías para forzar la actualización de la pantalla en función de los fotogramas emitidos por la tarjeta gráfica. Tecnologías como FreeSync de AMD o G-Sync de Nvidia.

Sobra decir que la mayoría de televisores carecen de estas características, a excepción de algunos modelos de gama alta de Samsung.

Calidad de imagen: optimización frente a espectacularidad

Aunque la calidad de imagen depende íntegramente del tipo de panel (IPS, TN, QLED…), el paradigma de los televisores y los monitores suele viajar por caminos separados. Mientras que la imagen de los televisores está orientada a ofrecer espectacularidad en películas y series, la imagen de los monitores suele estar mucho mejor optimizada y calibrada para ofrecer una representación de los colores similar a los de la realidad, al menos en paneles IPS.

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En monitores destinados a fotógrafos, editores de video y artistas audiovisuales, lo normal es tratar con términos como RGB, sRGB o Rec.709 para valorar la calibración de los colores. Si buscamos un monitor con una profundidad de colores relativamente digna, tendremos que irnos a modelos con hasta 10 bits. Lo mismo sucede con el contraste: 800:1 ó 1000:1.

Todo esto acaba incidiendo, como no podría ser de otra forma, en el precio final del producto. Junto a estos solemos encontrarnos con software integrado para calibrar las imágenes, lo que encarece aún más el precio.

Conclusión: un monitor no sustituye a una TV y una TV no sustituye a un monitor

Al César lo que es del César: ni una televisión sustituye a un monitor ni viceversa. Comenzando por el tamaño.

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Algunos televisores de Samsung cuentan con tecnología para optimizar el input lag y los Hz de la pantalla.

Si optamos por un televisor de pequeño tamaño para sustituir a nuestro monitor principal, lo más probable es que por características el dispositivo se deje bastantes cabos sueltos por el camino. A día de hoy los televisores con tamaños de 20 a 30 pulgadas suelen contar con especificaciones más bien limitadas. Calidad de imagen insuficiente, input lag muy alto, ángulos de visión escasos etcétera. Por no mencionar que los televisores están diseñados para visualizarse a largas distancias, al contar con un brillo generalmente mayor.

Entonces, ¿puede sustituir un monitor a un televisor? Nada más lejos de la realidad. Además de contar con un tamaño generalmente insuficiente para habitaciones de medio tamaño, los monitores suelen ofrecer un brillo inferior y una calidad de imagen destinada a un uso bien profesional bien doméstico. Tampoco contaremos con salida de antena; indispensable si queremos ver la televisión.

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