La irrupción de los videojuegos en nuestras vidas, a partir de mediados de los ochenta, ha cambiado drásticamente nuestros patrones de conducta, así como nuestras formas de divertirnos. Algo que inicialmente se consideró como una afición infantil, desde principios de siglo ha dado un giro importante, incluyendo a una gran parte de adultos.
La pasión por los videojuegos es tal que a veces roza lo enfermizo. Ahora, la OMS ha confirmado que pronto podremos afirmar con rotundidad que ciertos jugadores son, de hecho, enfermos mentales.
La próxima edición de la Clasificación Internacional de Enfermedades, la ICD-11, estará lista en 2018 e incluirá el trastorno por videojuegos como una enfermedad mental. Esta clasificación no se había actualizado desde 1990, por lo que quedaba pendiente actualizarse en aquellas patologías relacionadas con la tecnología.
Borrador en proceso
Tras discutirlo mucho, se ha incluido esta mención al trastorno, haciendo referencia a los casos más graves. La definición, de hecho, todavía está elaborándose, pero pretende incidir en las situaciones en las que el usuario pierda el control de la asiduidad con la que juega, así como aquellas en que la prioridad que pueda dar al juego esté muy por encima de cualquier otra actividad alternativa.
El texto que se está trabajando tratará por igual los juegos en línea como aquellos que se juegan sin conexión, centrándose en el hecho de que sean juegos digitales en general.
Una vez esté publicado, su efecto será por un lado simbólico: el propio reconocimiento de esta patología. Por otro, abrirá puertas a que los médicos especialistas puedan diagnosticar ciertos comportamientos relacionados con los videojuegos como enfermedad mental, y por ello iniciar una terapia y hasta prescribir medicación.
Debate abierto
No todos están de acuerdo con esta decisión. Según conocemos por El País, cuando empezó a correr el rumor de que la OMS barajaba incluir el Trastorno por videojuegos en su ICD-11, un grupo de especialistas publicaron un artículo criticando fuertemente la medida.
El punto principal era que la relación entre síntomas y que la causa sea el uso de videojuegos no está clara, y que no hay consenso científico todavía. Se considera que puede llegar a ser una decisión contraproducente, que crearía confusión y un gasto innecesario de recursos públicos. En el peor de los casos, diagnosticar a una persona como enfermo mental sin tener una absoluta certeza científica puede empeorar las cosas, en lugar de solucionarlas.
¿Qué pasa con los móviles e Internet?
La preocupación por los efectos nocivos de las nuevas tecnologías en las personas está presente desde el comienzo del nuevo siglo. Sin embargo, no se suele diferenciar entre la adicción a los videojuegos de la adicción a Internet o, más recientemente, al móvil.
En 2015 se creó la primera clínica de desintoxicación de videojuegos e Internet, sin diferenciar. Sin embargo, la próxima edición de la Clasificación Internacional de Enfermedades no parece que vaya a hacer especial hincapié en el uso excesivo de Internet o los móviles.
Con la últimas generaciones de teléfonos y la aparición de redes como WhatsApp o Instagram, el uso del móvil se ha hecho constante. Incluso se ha llegado a crear el concepto de smombie para referirse a aquellos que van andando por la calle abducidos por la pantalla, sin prestar atención a su alrededor.
Han aparecido, incluso, nuevos tipos de señales de tráfico, y hasta en el cine nos hacen referencia a la molestia que supone para el resto de espectadores, no ya el sonido del móvil, sino la propia luz de la pantalla encendida.
La OMS parece no haber reparado todavía en estos detalles y se centra por ahora en los videojuegos. Habrá que esperar a leer el texto oficial para saber cuáles son sus implicaciones finales.