Cada vez hay más controles de velocidad con radar en las calles y carreteras de nuestro país. Aunque se puede discutir si la velocidad en valor absoluto causa muchos accidentes, sí es muy cierto que agrava mucho las consecuencias de uno. Y en muchas ocasiones el problema es una velocidad inadecuada, algo que por desgracia no se educa adecuadamente. En una autopista con perfecta visibilidad superar esos 120 km/h legales puede ser totalmente seguro. Pero en el mismo sitio, de noche y con lluvia fuerte, será un riesgo grave. Para controlar los excesos y, no nos engañemos, llenar la sedientas arcas de las Administraciones, sirven los radares que multan. Porque también hay radares que no multan: informan y avisan si uno llega demasiado deprisa a una curva peligrosa, por ejemplo. ¿Cómo funcionan y qué tipos existen?
Efecto Doppler
Todos los radares se basan en el “efecto Doppler” para su funcionamiento. El nombre quizás te suene extraño pero el efecto te será muy familiar: cuando escuchas algo se mueve, no suena igual cuando se acerca que cuando se aleja. Un tren, un avión, un coche… al estar en movimiento generan un cambio “aparente” de frecuencia en relación a nuestro punto de escucha, que es fijo. Cuando una ambulancia se acerca su sirena suena más aguda, y una vez se aleja de nosotros suena más grave. Es porque viaja a una fracción pequeña, pero apreciable, de la velocidad del sonido (unos 1.200 km/h).
La luz también se emite en forma de ondas, y también sufre este mismo efecto. La luz que se acerca se desvía hacia el espectro azul (longitud de onda más corta o “comprimida”). Cuando un objeto se aleja, en cambio, tiende al rojo (longitud de onda más larga). Pero apreciarlo con la luz es más complicado, pues viaja mucho más rápido que los objetos que vemos cotidianamente. El porcentaje de variación es por ello menor, y cuesta verlo: lo observan los astrónomos y así saben si una estrella lejana se mueve en dirección nuestra o al contrario.
Radares tradicionales
Los radares “tradicionales” que se usan desde hace décadas usan el efecto Doppler con ondas de radio de alta frecuencia. En España la banda más habitual es la llamada Ka, entre 26 y 40 Ghz. Es una frecuencia que se usa en comunicaciones con satélites, y también la usan algunos radares militares de alcance cercano (aviones o tanques). En los radares de tráfico, la onda se envía hacia la zona donde transitan vehículos. Cuando rebota en uno, llega con la frecuencia alterada por el movimiento. El cálculo comparando esa frecuencia con la original da la velocidad a la que se mueve ese vehículo con mucha precisión.
Este sistema se usa en radares de aviso (los que no multan y muestran nuestra velocidad en un panel). También es el usado en radares fijos y móviles de policías de todo tipo hasta hace muy poco. Tanto por parte de la DGT, Ertzaina y Mossos de Escuadra, como por parte de policías municipales de los ayuntamientos. Recordemos que cada vía tiene un responsable y esa entidad es la que decide si usa radares, y si multa, o no.
Todos estos radares, al estar emitiendo constantemente ondas, son fáciles de detectar. Llevar un dispositivo para hacerlo es ilegal desde hace unos años y expone a una multa, pero es posible. El detector recibe las ondas que rebotan en otros vehículos que circulan por delante nuestro, y nos avisa de la presencia del radar. Incluso existen aparatos que generan ondas que “tapan” las del radar: son contramedidas electrónicas que aún están más prohibidas que los detectores.
Radares Láser
Una nueva generación de radares son los láser, de los que hay dos tipos. Uno, llamados LIDAR por las siglas inglesas de “Light Detection And Ranging” (detección y medición por luz). Estos funcionan como los anteriores, por efecto Doppler. La diferencia es que en lugar de ondas de radio usan un haz láser de luz infrarroja (invisible). Además emiten varios pulsos en haces muy estrechos: a 500 metros (muy lejos) la precisión es de 2’5 metros, el ancho de un carril. Y además de todo eso con la tecnología actual son más baratos que los radares tradicionales. A cambio, deben usarse fijos o con trípode, y son los que últimamente compran Ayuntamientos por ejemplo.
Un nuevo tipo de radar láser es el que usan los helicópteros Pegasus. Al no estar fijo (obviamente) necesita una electrónica muy sensible que define con precisión la posición y velocidad del helicóptero. Y el haz láser es capaz de medir hasta 1 kilómetro de distancia, desde una altura de hasta 300 metros sobre el suelo. Mide la distancia exacta entre helicóptero y vehículo, no su velocidad como los otros (es un telémetro). Lo hace cada tres segundos para calcular la velocidad, y repite varias veces para sacar una media.
El otro tipo de “radar” láser no es un radar en sí sino otra forma de medir la velocidad. Son dos haces perpendiculares a la carretera separados unos 40 centímetros entre sí. Cuando el vehículo cruza uno, activa un cronómetro hasta que cruza el siguiente, y así se calcula su velocidad. Son los que se ven en un lado de la calzada, con sus aberturas laterales hacia ésta (no hacia adelante) y con dos ventanitas. Una cámara situada en un puente o mueble cercano será la que tomará la foto del vehículo detectado, para la multa correspondiente.
Radares de tramo
Los láser son indetectables: sólo emiten cuando están midiendo. Si tenemos un aparato que detecta un láser infrarrojo (existen) nos avisará demasiado tarde. Y es que ya nos habrán medido y, en su caso, fotografiado o multado. En el segundo caso (láser perpendicular a la vía) tampoco hay forma de detectarlo. Lo que sí es posible es contar con un GPS nos avise de su instalación. Además de los avisadores (que no detectores) GPS, estar pendientes de coches aparcados sospechosos es la única forma de detectar radares.
Para evitar la multa, la única forma del todo segura es no circular por encima del límite, lógicamente. Desde hace poco empiezan también a funcionar los «radares de tramo», aunque no son radares como tales. Una cámara detecta la matrícula del vehículo al entrar en un tramo controlado, y otra cámara al salir tras varios kilómetros. Esa información va a un centro de datos donde se calcula la velocidad (distancia dividida por tiempo). Si es superior a la legal, se pone en marcha la multa. Es posible, durante el tramo, superar la velocidad máxima. Si después circulamos por debajo de ella el mismo tiempo, no seremos multados si el promedio no pasa el límite. Algo parecido existe en algunos países (como Japón) en las autopistas: si tardamos demasiado poco tiempo entre peajes, se nos multará por exceso de velocidad.