Apple acaba de hacer públicos sus resultados económicos para el último trimestre de 2016. Sus 78 millones de iPhone vendidos la colocan a la par que Samsung en terminales llegados a tiendas (según los datos de IDC). Sus cuentas son sólidas, pero es cierto que, 10 años después de la salida del teléfono que revolucionó el mundo, las cosas han cambiado mucho para la empresa de la manzana.
En esencia, ya no estamos hablando de «Apple primero, y luego los demás». En estos diez años, la competencia se ha puesto las pilas, se ha multiplicado y en muchos casos ha tomado el relevo de la innovación tecnológica. La imagen de marca de Apple sigue impecable, pero cada vez menos usuarios ven al iPhone como «el único modelo a seguir». ¿Por qué?
Falta de originalidad
La marca de Steve Jobs, que en paz descanse, supo evolucionar el teléfono táctil a un nuevo nivel, las tiendas de aplicaciones, la nube y iTunes. Fue un vuelco gigantesco del concepto de teléfono que se tenía hasta entonces. La sucesión del liderazgo, con Tim Cook como nueva cabeza visible, trajo una línea de acción más pragmática, centrada más en el diseño que en el avance tecnológico.
Todavía serían pioneros en el sensor de huella dactilar con el iPhone 5S en 2013, y en 2015 ofrecerían la tecnología 3D Touch para sus iPhone 6S. Sin embargo, estas novedades están lejos en relevancia de lo que han supuesto otros avances, ofrecidos antes por otras empresas de la competencia. Hablamos de la aparición de los phablets, la pantalla curva, la resolución QHD, los sistemas de carga rápida, la resistencia al agua o la cámara doble, por nombrar las principales y más conocidas.
En todos estos casos, Apple se ha subido al carro a destiempo, como en el caso de la resistencia al agua y la cámara doble, o incluso no lo ha llegado a hacer nunca, como en el caso de la resolución de pantalla (el iPhone 7 no alcanza el Full HD siquiera) o la carga rápida. Esto ha propiciado que otras empresas, principalmente Samsung y Huawei, hayan aprovechado la situación para disparar toda la artillería pesada con cada nuevo lanzamiento. Por ello, se han ganado un puesto entre las empresas más deseadas, un podio donde antes sólo había sitio para uno.
Mención aparte merecen los otros dispositivos de la manzana: Apple inventó el iPad, y fue todo un antes y un después, el híbrido entre ordenador y móvil. El progresivo aumento de las pantallas de móvil (algo que Apple no aceptó hasta 2014), ha generado que el invento haya perdido fuelle, y actualmente es el que menos crecimiento en demanda tiene dentro de su línea de productos.
Por su parte, los Apple Watch llegaron cuando ya Samsung y Sony tenían sus equivalentes desarrollados y comercializados, por lo que en 2015 no fue ninguna sorpresa para nadie. Tampoco son una fuente principal de ingresos para Apple, apenas un 5% del total, frente al 69% que supone el iPhone.
El iMac y el Macbook funcionan bien en ventas, todavía son originales a su manera, pero se han encontrado con la amenaza de los convertibles, donde Lenovo y HP dominan el mercado (en España la suma de ambas empresas ya alcanzan el 50% del mercado de ordenadores). Por su lado, Microsoft y sus Surface son todo un éxito en EEUU, aunque Europa todavía se le resiste. Los ordenadores de Apple, en cualquier caso, ya no se consideran una herramienta imprescindible para el trabajo de ciertas profesiones, como diseñador gráfico, ilustrador o técnico de sonido.
Poniéndolo difícil
Así, vemos que Apple no está innovando esencialmente en la parte tecnológica de su producto. ¿Qué está haciendo entonces? Lo cierto es que una de sus principales tareas ha consistido en ir poniéndoselo difícil al cliente cada vez más. Con la justificación de la exclusividad y la imagen de marca, los usuarios de Apple han tenido que sufrir estoicamente (y algunos con un extraño orgullo) como sus ordenadores perdían la entrada de DVD, para después perder la de la tarjeta SD, algo que sus teléfonos nunca tuvieron desde el principio.
La desaparición del puerto mini jack de 3.5 mm en el iPhone 7 ha sido otra de las decisiones recientes más polémicas. Inicialmente se argumentó que se haría para poder así ofrecer un dispositivo más fino, lo que no ha ocurrido, pues el iPhone 7 tiene 7,1 mm de grosor, exactamente lo mismo que el iPhone 6S. situación que se repite en sus versiones Plus. ¿Por qué se hizo entonces? ¿Por «dar la nota»? Se argumentaba también que podría ser para justificar su tardía resistencia al agua, pero otros dispositivos como el Galaxy S7 lo tienen también sin haber renunciado a este puerto.
Todas estas dificultades no parecen haber afectado a la demanda, que incluso está alcanzando niveles históricos, lo que da a entender que Apple tiene un cliente tan fiel que aceptaría pagar ciegamente la cantidad que sea, simplemente por acceder a un producto deseado, aunque cada vez represente menos el avance tecnológico y la comodidad. Y eso, ¿qué dice de su producto? ¿Y de la empresa?
La escalada de precios
En 2010, la salida del iPhone 4 destruyó todos los estándares al ofrecer un producto que rondaba los 600 euros en su modelo de 16 GB, un precio que en su momento parecía completamente desorbitado para un teléfono. Con el tiempo, la competencia entendió que el elemento del precio era esencial para dar la sensación de exclusividad que hacía del smartphone un producto de lujo. Para competir con Apple había entonces que subir precios. Y eso es lo que ocurrió en años posteriores: La franja de los 600-700 euros se han acabado estandarizando dentro de la gama alta, mientras que Apple ya está pidiendo más de 1.000 euros por sus modelos de mayor tamaño y capacidad.
El proceso de escalada de precios propiciado por la aparición de Apple es imparable, y es otra de sus dudosas aportaciones a la tecnología moderna. La consecuente adoración por estos productos los han elevado a la misma categoría que la ropa de marca o los coches de lujo, donde su utilidad queda en segundo plano. Todo ello nos hace plantearnos cómo evolucionará esta escalada en un futuro cercano, y si habrá un punto de inflexión en algún momento.
Horizontes próximos
Por ahora, las cosas parecen ir viento en popa para la marca de Cupertino, pese a que no se espera nada nuevo del próximo iPhone, nada al menos que no vaya a tener también los nuevos terminales de LG o Samsung. Todos teléfonos de gran tamaño y potencia, con un gran ratio de pantalla y pocos marcos, resistentes al agua y sin botón frontal. Todos parecidos, pero con un elemento diferencial imposible de imitar: la marca.
La oferta y la demanda son procesos tan difíciles de entender como unas elecciones o un referéndum, con extraños resultados que sorprenden a más de uno. Y es que ha llegado un momento que no sabemos si el objetivo de la gama alta en los teléfonos es servir al usuario para que tenga un experiencia más sencilla, o solamente acumular prestaciones para poder con ello justificar precios de órdago.
Es muy posible que el iPhone no pierda su condición de producto estrella, pero está claro que ya no es el único (y problamente tampoco mejor) referente del mercado. La idea de que primero está Apple y luego el mundo se ha transformado en un Apple contra el mundo, donde la resistencia al cambio y el mantener las apariencias parecen ser sus nuevas banderas.
No hay que buscar culpables entre los clientes, pues si siguen deseando consumir voluntariamente un producto, a pesar de los pesares, ahí no se produce ninguna injusticia. Lo que nos gustaría es ver a Apple de vuelta a la cabeza de la innovación, recuperando la calidad y la funcionalidad para el usuario. Creemos que a Steve Jobs también le habría gustado.