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Reza una de las máximas del capitalismo que donde hay una crisis hay una oportunidad. Si juntamos las teorí­as de Adam Smith con la eficacia y las siempre solventes sociedades nórdicas, el milagro económico y la leyenda del garaje están servidas.

La historia del gigante finlandés Nokia es bien sabida por todos. De empresa lí­der, de número uno en su sector a la extinción en un periodo ridí­culamente corto de tiempo. La llegada de las pantallas táctiles, su torpe y lenta reconversión, su falta de adaptabilidad al nuevo medio y la absorción por parte de Microsoft dieron con sus huesos en el poso de la historia. Su 40% de cuota de mercado, cosa del pasado.

Pero antes de todo eso la empresa centenaria con nombre de pueblo finés era el buque insignia de la economí­a finlandesa. Una compañí­a que en el periodo 1998-2007 produjo un crecimiento del 25% del Producto Interior Bruto (PIB) del paí­s nórdico. Tras su caí­da, diversas fuentes de la prensa económica afirman que el PIB de Finlandia sufrió una caí­da de un tercio. Por el camino, miles de profesionales quedaron por el camino.

Primera fase de reinvención

Reinventarse o morir, otra máxima del capitalismo. Tras perder el tren de los smartphones, Nokia decidió deshacerse de su división de móviles, vendiéndosela a Microsoft por la escueta cantidad de 5.400 millones de dólares. Un tercio de lo que le costó adquirir un año mas tarde la marca francesa Alcatel. La empresa noreuropea también vendió por 2.800 millones Here, su división dedicada a los mapas digitales.

Toda esta reconversión hizo que la compañí­a despidiera a un 60% de su plantilla. En 2010 contaba con 130.000 trabajadores. A finales de 2015 tan solo conservaban su trabajo 56.ooo. En términos globales, aproximadamente un 1’35% de la población finesa perdió su trabajo relacionada directa o indirectamente con el otrora gigante de la telefoní­a móvil. Un desplome ciclópeo para un paí­s que no llega a los cinco millones y medio de habitantes.

El paraí­so de las start-ups

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Visto con perspectiva y a toro pasado, que en un paí­s del norte de Europa 74.000 trabajadores de alta cualificación se quedaran sin trabajo, era el lugar y el momento perfecto para el emprendimiento. Sobre todo en un paí­s en el que las coberturas sociales y la inversión pública en I+D no se ha escatimado nunca.

Tras un periodo de evidente barbecho en el que el paí­s nórdico alcanzó unas tasas de paro juvenil del 22%, las nuevas empresas tecnológicas empezaron a aflorar. Fruto de miles de trabajadores altamente cualificados y de unas redes de contactos profesionales muy nutridas.

Poco a poco pero desde el principio los éxitos empezaron a llegar. En 2009 nació Angry Birds de mano de Rovio Entertainment. Un juego que no necesita ninguna tarjeta de presentación. A la estela de este éxito mundial cuya pelí­cula a recaudad más de 150 millones de dólares (doblando la inversión), se encuentran otros éxitos como el célebre juego Clash Of Clans y Hay Day (desarrollado por Supercell). La semana pasada se confirmó que la empresa china Tencent compró un paquete de accionariado de Supercell por valor de 7.500 millones de euros.

Nokia también se ha reinventado. Hace un mes reconoció que regresaba al mercado de la telefoní­a móvil dela mano de la taiwanesa Foxconn. Un acuerdo multilateral en el que se incorporará el logo de la compañí­a en colaboración con una nueva empresa finesa, HDM Global Oy.

A su vez, el gobierno finlandés montó en la capital, Helsinki, una macro incubadora  de 7.000 metros cuadrados, la más grande de toda Escandinavia.

Tras un trienio de contracción económica, el PIB finés empezó a aumentar el año pasado y se prevé que siga creciendo a corto plazo. La tasa de paro ha bajado por hasta le 9% y tiene la expectativa de llegar al 7% en un marco de cinco años.

[Ví­a El Confidencial]

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