Cibercafé

Historias para no dormir. Un hombre murió en un cibercafé en una de las ciudades más importantes de Taiwán… Tras haber estado jugando durante tres dí­as seguidos. Y allí­ se quedó durante horas, sin que ninguna de las personas que jugaba a su lado advirtiera su estado. Incluso cuando llegó la policí­a, los clientes del cibercafé siguieron jugando sin inmutarse por la muerte de su compañero de asiento. Una historia truculenta que muestra los lí­mites nocivos a los que puede llevar la tecnologí­a si se utiliza de mala manera. Y lo peor de todo, es que es una historia que ya se ha repetido con otros protagonistas, pero con el mismo resultado.

No hay duda de que la tecnologí­a mejora nuestra vida en muchos aspectos. La llegada de nuevos inventos y propuestas hace que nuestro mundo evolucione a un ritmo muy rápido. Pero no todo es evolución, y no toda evolución es buena. Como en todo, la tecnologí­a tiene un lado oscuro que periódicamente nos muestra los peligros de dejarse llevar por ella. Y por alguna razón, los ejemplos más duros nos suelen llegar desde los paí­ses asiáticos. Sin entrar en consideraciones culturales, el último caso nos lleva al corazón de la segunda ciudad más habitada de Taiwán, Kaohsiung.

Gamer

Un hombre de mediana edad acudí­a habitualmente a un cibercafé. En situación de desempleo, cada visita al local podí­a llegar a durar hasta dos o tres dí­as seguidos en los que permanecí­a jugando casi sin descanso (de vez en cuando echaba una cabezada sobre la propia mesa). Su familia estaba acostumbrada a estas ausencias, pero esta vez Hsieh (el nombre que ha trascendido) no volvió a casa. Un fallo cardí­aco acabó con su vida frente a su ordenador, tras tres dí­as seguidos jugando. Pero lo peor no es que muriera tras más de setenta y dos horas delante de la pantalla. Lo peor es lo que vino después.

Durante horas este hombre permaneció en su asiento, sin que las personas que le rodeaban se dieran cuenta de que estaba muerto. Siguieron jugando durante todo este tiempo, incluso cuando la policí­a y los médicos llegaron para llevarse el cuerpo, según informó a la prensa un portavoz de la policí­a. Una historia triste sobre la soledad y la obsesión a la que puede llevar la tecnologí­a si no se sabe ponerle lí­mites.

Pero ésta ni siquiera es la única muerte que ha sufrido alguien en circunstancias similares, en el mismo paí­s y en lo que llevamos de año. Y es que el año 2015 comenzó con la noticia de que otro hombre, éste de 38 años, habí­a muerto en un cibercafé después de haber estado jugando durante cinco dí­as seguidos. Todo un récord de locura que deberí­a servir como advertencia de los peligros de llevar demasiado lejos la adicción tecnológica. ¿Otro ejemplo de adicción llevada al lí­mite? El año pasado una mujer estuvo a punto de morir tratando de rescatar su móvil de un pozo de aguas fecales en China. Y como si fuera un chiste macabro, por el camino arrastró a la muerte a su marido y a su suegra cuando intentaron sacarla de allí­.

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