Han pasado poco más de seis meses, pero en lo que se refiere a la resonancia y a los posteriores efectos de las revelaciones de Edward Snowden, casi podría parecer que hemos cambiado de siglo y de mundo. El espionaje masivo, llevado a cabo por la Agencia Nacional de Seguridad de Estados Unidos (NSA) a escala global, y con escuchas puestas más que en entredicho (como las llevadas a cabo a políticos europeos, o a empresas del viejo continente), que apuntan más al espionaje de estado e industrial que al de seguridad (la amenaza de la guerra contra el terror, ya se sabe) ha redibujado las relaciones internacionales por completo. Sin embargo, y aunque la filtración de PRISM haya sacado los colores al gobierno de Obama, así como a no pocas empresas que habrían colaborado de manera importante (Google, Apple, Microsoft. etcétera), el tiempo está demostrando que escuchar lo que se supone privado es algo bastante más común de lo que nos gustaría pensar. La última prueba al respecto es que Canadá admite que también pudo espiar a sus ciudadanos.
Es cierto que no al nivel al que Estados Unidos, pero el Gobierno de Canadá, a través de la Canada’s Communications Security Establishment (CSE), la agencia estatal responsable de recopilar información exterior (recopilar es una manera amable de decirlo, seguro que lo entiendes), ha reconocido «incidentally intercept» (capturado de manera accidental) comunicaciones canadienses (es decir, con origen y destino en el mismo país) pese a que, como indicábamos anteriormente, su cometido son las comunicaciones y la inteligencia exterior, no la interior. Eso sí, has leído bien al principio de esta noticia: no ha sido una filtración, una investigación periodística o unos papeles olvidados accidentalmente en un tren por algún responsable del servicio, ha sido la propia agencia la que ha reconocido que su trabajo afecta directamente a ciudadanos canadienses. Aclaran, eso sí, que en todos los casos los objetivos siempre estaban muy claros, y que se deben a actividades que alguna manera, podrían comprometer la seguridad del país.
En el comunicado público, emitido por la agencia se seguridad canadiense, reconocen que es ilegal espiar a ciudadanos canadienses, ya sea en el propio país o fuera del mismo, o solicitar a colaboradores para tal fin. La única excepción al respecto la marcaría que la CSE lo hiciera en el marco de una colaboración con otra agencia con el aval legal necesario para realizar dicho seguimiento. Es decir, que claramente admiten que se han extralimitado en sus funciones. So se ha aclarado, eso sí, cómo y en qué circunstancias se han producido las escuchas ilegales.
Lo que sí que parece claro, es que esta nueva política de comunicación atiende claramente al escenario Post-Snowden, en el que los países son más conscientes de los riesgos de que sus organismos de seguridad se extralimiten. No sería por tanto, de extrañar, que a esta noticia, y a los inminentes cambios en la NSA anunciados por Obama, se sumen más reacciones por parte de otros países en los próximos meses.