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Que la curiosidad es una de las caracterí­sticas inherentes del ser humano es cierto. Pero que seamos curiosos por naturaleza no es excusa para meter las narices en las cuestiones ajenas. No sólo no es excusa, sino que es denunciable. Y eso es justo lo que le acaba de pasar a Facebook, otro de los grandes de Internet que parece haberse dedicado a espiar las conversaciones de sus usuarios. Una denuncia de Matthew Campbell y Michael Hurley ante el Tribunal de Distrito del norte de California acusa a Facebook de espiar los mensajes privados.

No hace mucho se supo que, cuando alguien comenzaba a escribir un comentario público en Facebook y, por la razón que fuese, se arrepentí­a y lo borraba para redactar de nuevo el texto, en realidad el texto del arrepentimiento no se eliminaba, sino que Facebook lo guardaba para analizarlo y sacar datos de las impulsivas palabras del momento. Aquello ya no gustó mucho a sus usuarios, pero lo que ha motivado la denuncia es el presunto espionaje de los mensajes privados. La compañí­a estarí­a interceptándolos sistemáticamente para extraer información sobre el comportamiento, gustos y opiniones de los usuarios, según investigadores de seguridad independientes que parecen haber verificado la captación de estos mensajes, sin que la compañí­a lo desmienta hasta el momento.

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La era del Big Data no termina de cobrarse más ví­ctima que el propio usuario. Desde que se pusiese valor a los datos (un valor muy elevado, por cierto), las compañí­as han jugado con la información suministrada por sus usuarios, tanto voluntaria como involuntariamente, tanto para comerciar con ella como con la información adicional obtenida del análisis de la misma. Nadie da nada a cambio de nada. Las herramientas gratuitas, las redes sociales, los buscadores, las aplicaciones, los juegos… tienen un valor de ocio, trabajo, aprendizaje y relaciones humanas para el usuario. Para las compañí­as que los ponen en el mercado tienen un valor muy diferente y enormemente más alto. Tanto es así­, que no parecen dudar en exponerse a demandas o multas millonarias por violación de datos privados con tal de hacerse con esa información. Aunque si pensamos en lo que la propia NSA ha estado haciendo, hay muy poca autoridad moral en EE.UU. para condenar a Facebook, Google o cualquier otro que seguro está haciendo lo mismo pero aún no se ha descubierto.

Ante todo esto, el gran perdedor es, sin duda, el usuario. Pierde porque no es consciente de hasta qué punto es usado, ordeñado y manipulado gracias a toda la información personal, suya y de otros, que regala. Pierde porque con esa información las compañí­as consiguen ordeñarlo más aún. Pierde porque le engañan tan bien que el usuario cree en todo momento que elige cuando en realidad no es así­. Pero sobre todo pierde porque se acostumbra a la manipulación de tal manera que la permite y justifica. Sin duda par muchos un poco de «observación» sobre sus más que «interesantes» vidas les hace sentir importantes. Y debe merecer la pena a cambio de los múltiples e increí­bles beneficios para nuestra vida que otorga algo como Facebook, ¿no? Como usuarios perdemos todos, porque aunque no lo vean ahora, hasta las grandes compañí­as son usuarias de algo.

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