La salida de Ballmer de Microsoft está haciendo correr ríos de tinta. Desde que anunciara, en agosto pasado, que dejaría el puesto de CEO dentro de la compañía, no se ha hecho otra cosa que hablar del tema. Después de años al frente de la misma, y tras suceder a Bill Gates en 2008, Steve Ballmer dijo adiós. Pero desde agosto hasta hoy se echaba en falta conocer de primera mano las razones que habían motivado la decisión de Ballmer. Y eso es lo que acaba de hacer en una entrevista al diario Wall Street Journal: reconocer que fue su lentitud en adaptarse a los cambios lo que le dio, finalmente, el empujón hacia la puerta de salida.
Según el diario, aunque Ballmer no fue presionado dentro de la compañía para que dimitiera, sí que fue presionado a apretar más el paso, a no ir tan despacio con los cambios que Microsoft necesitaba para no quedarse atrás frente a Apple y Google. Presiones que también provenían de aliados como Nokia, molesta públicamente con Microsoft por su lentitud a la hora de actualizar su software y trabajar en implementar nuevas aplicaciones para su plataforma Windows Phone, por la que tanto arriesgó la compañía finlandesa. Una lentitud (actualizaciones anuales) que hacía que los de Redmond se quedaran atrás, incapaces de competir con las actualizaciones y mejoras casi diarias de otras compañías.
Cuando Steve Ballmer asumió la dirección de Microsoft, trabajó por instaurar una cultura de empresa basada en la competencia interna que, al final, ha sido su mayor obstáculo para afrontar los retos necesarios para impulsar a la compañía. El pasado año trató de emprender una reestructuración interna y un cambio de estrategia. Buscaba centrarse más en dispositivos y servicios para empresas y personas, pero demasiado despacio. Las cosas no conseguían avanzar y la junta y los accionistas se desesperaban, y exigían más velocidad, además de cambios, como la venta de Bing, que no se hacían realidad nunca. No porque la competencia les pisara los talones, sino porque Microsoft parecía que hacía tiempo que ya no alcanzaba a pisárselos a ella. Llegados a este punto, Ballmer comenzó a cuestionarse si tal vez Microsoft avanzaría más rápido sin él ya que él era el patrón de referencia, y todo apuntaba a que lo que hacía falta era romper ese patrón, explica WSJ. Ballmer comenzó a redactar cartas de renuncia en secreto. A finales de mayo pasado, decidió que ya era el momento de salir.
El propio Bill Gates, quien ya había pasado antes por la experiencia de dejar la compañía, prestó su apoyo a Ballmer en lo personal, pero también frente a la junta, siempre y cuando su salida garantizara la exitosa continuidad de Microsoft. Después de hablarlo con su familia, el 21 de agosto, en una teleconferencia que duró menos de una hora, la junta (seguramente aliviada) aceptó la dimisión como CEO de Ballmer, y poco después comenzó el proceso, en el que ahora están inmersos, de elegir un sucesor que guíe a buen puerto la nave. Mientras tanto, la compañía no se ha quedado en coma, esperando el aliento salvador. Ballmer ha continuado trabajando, y precisamente una de las acciones que ha dirigido ha sido la compra de Nokia. No deja de ser una ironía que el CEO de Nokia, Stephen Ellop, se postule como uno de los candidatos a la sucesión. Ellop ha anunciado, además, que de salir elegido para el cargo, posiblemente vendería Xbox.
De cualquier manera, aunque Ballmer deje la dirección de Microsoft, sigue siendo dueño de una buena parte de las acciones de la compañía, y ya ha declarado su intención de no dejarlas. «Por favor, cuiden bien de Microsoft«, dijo al Ballmer cuando anunció su renuncia. Y esa será la misión fundamental del nuevo patrón.