Algunos padres descubrieron hace años que hay niños que, aunque no vienen con un pan bajo el brazo, cuando les ponen una cámara delante, te ponen el pan y la nocilla. Hay niños que pintan bien en cámara, y durante años han acabado en grabaciones caseras que van recorriendo hasta el aburrimiento los programas de vídeoss de las televisiones. Ahora, con la audiencia global, acaban en YouTube. Los vídeos graciosos de niños descalabrándose o haciendo monadas ahora reciben el nombre de vídeos virales, y reciben millones de visitas en el portal de vídeos que obtiene pingí¼es beneficios con ellos.
Ya se han dado cuenta de que hay un enorme negocio detrás de estos vídeos familiares, y han decidido atraer nuevos autores. No van a apelar a la responsabilidad social o familiar de los padres. En lugar de eso les van a dar dinero. Para conseguir vídeos graciosos de niños, han premiado a los que ya se han convertido en un fenómeno sociológico, con millones de visitas. Unos pocos padres han recibido más de 120,000 euros en concepto de comisiones por la publicidad que casi 400 millones de internautas han consumido a la vez que el vídeo. La media, en todo caso, está en torno a los 6000 euros. Afortunadamente, no todos los vídeos son violentos o implican algún tipo de accidente infantil. Algunos son tan inocentes como un niño riéndose.
Así que los padres con un niño potencialmente gracioso ya lo saben. Pueden grabar a su retoño, cuanto más tierno infante mejor, en vídeo, y lo pueden subir a YouTube para sacarse unas perrillas con las que pagarle la Universidad, o un estanco, lo que él o ella prefieran. Lo malo es que esta iniciativa presenta al menos 3 cuestiones oscuras. Es cierto que los padres tienen la patria potestad sobre los hijos, pero está por ver, cuando éstos lleguen a la mayoría de edad, si estarán contentos de saber que durante unos años cientos de millones de internautas se quedaron con su cara mientras hacía algo gracioso, o simplemente el ridículo.
El segundo problema es que se puede generar una cultura que recompense la irresponsabilidad paterna, como pasó en su momento en Japón, donde algunos padres ponían a sus hijos en situaciones peligrosas con el único fin de grabarlos en vídeo y vendérselo a las televisiones. Hay un tercer aspecto que no ha llamado demasiado la atención, pero lo cierto es que todos los días se suben millones de vídeos a YouTube, y los del portal están decididos a seleccionar cuáles son los vídeos que mayor potencial tienen como virales, para ponerse en contacto con los padres y proponerles el negocio. Como no pueden ver millones de vídeos, han desarrollado un algoritmo que examina el vídeo, y decide si tiene o no potencial. Todavía no han explicado que otras utilidades tiene esta tecnología.